jueves, 15 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA, (Día 6 Masada, Mar Muerto)

Día 6, Masada, Mar Muerto (Miércoles, 31 de marzo de 2010)

A las ocho de la mañana teníamos prevista la salida del hotel hacia la zona sur-este del país, teníamos que visitar Masada y el mar muerto.
Salimos en autobús y poco a poco fuimos bajando desde los 800 metros de altitud de Jerusalem hasta los 400 metros bajo el nivel del mar, pasamos cerca de la ciudad autónoma palestina de Jericó y numerosos poblados de los nómadas beduinos que paseaban con sus rebaños de cabras. El paisaje se iba haciendo más árido por momentos y mostrando un aspecto típicamente desértico, las montañas en toda la gama de marrones iban apareciendo cada vez más escarpadas y peladas y únicamente se veían restos blancos de sales por lo que debía ser el cauce de un torrente que desembocaría en el mar muerto. Algunas plantaciones de palmeras datileras perfectamente dispuestas y algunos kibbutzs eran la actividad en las proximidades del mar muerto y por fin divisamos a lo lejos la fortaleza de Masada, he de confesar que en el primer momento no me impresionó, más bien al contrario una ligera decepción me empezaba a invadir cuando seguimos acercando y aquello que la lejanía me hizo apreciar pequeño se volvió grandioso con la cercanía, ¡había que tener valor para construir aquella fortaleza en todo lo alto!.

Construida por Herodes el Grande junto con otras seis en las proximidades de Jerusalem (Maqueronte, Herodion, Kipros, Hircanus, Hípico y Fasael), fue elegido este lugar por la situación inexpugnable del monte donde se asienta con unos acantilados de unos 440 metros de altura. En el año 70 d.c. un grupo de 700 judíos encabezados por Ben Yair y creyéndose los últimos judíos libres se encerraron en la fortaleza para evitar ser prisioneros de los romanos, después de varios años de asedio los romanos decidieron construir una rampa para acceder a la fortaleza y destruir a ese grupo de judíos. Antes de que los romanos alcanzaran la muralla, los cabezas de familia judíos mataron a sus familias y después sortearon quién de ellos mataría al resto de los cabezas de familia y al final se suicidaría, dos mujeres y cinco niños quedaron vivos y fueron ellos los que contaron lo sucedido ese día. Como reconocimiento a esos judíos las tropas de elite del ejército israelí ascienden a la montaña por la senda de la serpiente en una ceremonia nocturna a la luz de las antorchas y al llegar arriba exclaman “Masada no volverá a caer”. Será este espíritu el que llevó a Paco y a Eugenio a emprender la subida por la senda de la serpiente mientras el resto utilizábamos el “cable-carril”, o sea, el teleférico.

Llegamos arriba y bajo un toldo y frente a una maqueta el guía nos hizo una introducción de la historia y de las características de la fortaleza. Comenzamos la visita por la cantera de la que se extraía la piedra para la construcción de casas y murallas, seguimos por las dependencias del comandante de la fortaleza en las que se pueden observar los restos de frescos de las paredes. Aparece en toda la fortaleza una línea negra que indica la parte encontrada en las excavaciones y la parte restaurada. Continuamos por los almacenes donde se guardaban víveres que permitirían sobrevivir a los 700 judíos durante 7 años, desde allí pasamos a los baños romanos, sala fría, templada y caliente y unas pilas escalonadas (mínimo 7 peldaños) para el baño ritual judío. A continuación fuimos a ver el palacio de Herodes, construido con tres terrazas, superior, intermedia e inferior, fotos en la superior y una vista del mar muerto espectacular y de los restos de los asentamientos romanos y de la muralla que rodeaba el peñón, descendemos hasta la inferior porque la intermedia no es accesible, frescos en las paredes y columnas de piedra sirven de decorado a unas fotos de grupo,

regresamos arriba y nos metemos en uno de los edificios administrativos, siguen las explicaciones del guía sobre la desaparición del pueblo judío de Masada, recuperado el aliento, bajamos a ver el sistema de canales que servía para la captación de agua en los montes próximos y el transporte hasta depósitos ubicados en la ladera de la montaña

y trasladada a los aljibes de la fortaleza en grandes cántaros, según los cálculos los judíos tenían reserva de agua para 2 años. Sorprende que los romanos no fueran capaces de cortar los canales de abastecimiento, aunque viendo las películas de gladiadores o los comics de Asterix donde siempre pierden los romanos tampoco extrañará a nadie su poca habilidad con el agua.
Seguimos la visita por los columbarios, palomares que suministraban huevos, carne, abono para los cultivos y transporte de correo para los habitantes de la fortaleza.
Llegamos a la zona de desembarco de la rampa romana que quedaba por debajo de la muralla y a la que se accedía con una torre de asalto. Se puede observar la parte de la muralla derribada en el asalto.
Enfrente de la esa zona de la fortaleza se levanta una pequeña colina en la que se ha excavado una gruta para colocar una lápida que sirve de monumento a los judíos caídos en Masada.
Terminamos la visita en una capilla cristiana bizantina.
Era el momento de regresar y no habíamos dado con Paco ni Eugenio, me los imaginaba llegando arriba satisfechos por la proeza y gritando eso de “Masada no volverá a caer” y luego pululando por la fortaleza sin dar con el grupo. Decidimos dividirnos y mandar una avanzadilla en el teleférico hasta abajo y cuatro de nosotros nos repartimos por la fortaleza para buscarlos, unos hacia la parte meridional, otros hacia la septentrional y yo me subo a la torre del edificio de guarnición desde donde se divisa toda la meseta. Por fin llegan abajo y encuentran a Paco y Eugenio en el lugar donde nos habíamos separado, nos avisan y bajamos en el teleférico.
Una vez reunido el grupo José Antonio, el responsable de la agencia, nos da 20 minutos para hacer algunas compras, entre las que más éxito tiene es un certificado de haber estado en el punto más bajo del planeta.
Pasado ese tiempo nos montamos en el autobús y nos dirigimos hacia la fábrica de cosméticos Ahava, entramos y nos dan una tarjetita con el descuento del 15% en los productos, las señoras cogen una cesta, cual Caperucita en el bosque, para llenarla de potingues, lo primero a la sala de presentación, el kit antiarrugas, el kit facial, el kit corporal, el kit for men, si compras uno te regalan otro, si compras el antiarrugas te regalan cuarto y mitad de antiojeras, si compras el antiedad te regalan las sales o el de spa, etc. etc.
Prácticamente todas las señoras adquieren su bolsita y mientras tanto nosotros sentados en la mesa de terraza unas coca-colas y a esperar.
Terminada la visita nos vamos a Qumram, lo primero de todo pasar al restaurante a comer, ensaladas variadas, arroz blanco, pollo asado y fruta. Algunos de nosotros pasamos a ver un video sobre la secta de los esenios y su forma de vida y otros se quedan en la mesa tomando café. Una vez terminada la película, aproximadamente 10 minutos de duración, lo justo para tomarnos un chupito de orujo, recorremos el museo de Qumram donde se muestra parte de los manuscritos encontrados

y alguno de los objetos hallados en las excavaciones, después salimos a la calle y bajo un sol de justicia y un calor asfixiante hacemos un recorrido por la aldea esenia, vemos varios baños rituales judíos con sus 7 escalones, vemos el refectorio donde se comía en comunidad y una cocina, también podemos observar la gruta donde se encontraron los textos manuscritos.


Volvemos al autobús y nos dirigimos hacia el balneario Ein Gedi en el mar muerto, con una concentración de 30% de sal (lo normal es el 5%) no es recomendable bañarse recién afeitado o depilada o con alguna herida porque la sensación es bastante incómoda, nos ponemos los bañadores en un vestuario comunitario separado para hombres y mujeres y al agua, no está tan caliente como esperaba y la sensación de hundirte en el barro es agobiante; cuando consigues echar el culo al agua y compruebas que realmente flotas hagas lo que hagas, las sensaciones son mucho más placenteras; mientras unos se quedan en la orilla embadurnándose de barro negro, que dicen que tiene propiedades cosméticas,

José Luis y yo nos adentramos en el mar hasta no hacer píe y comprobamos las dificultades para mantener el cuerpo vertical. Terminado el baño, nos duchamos para eliminar la sal y el barro de nuestros cuerpos y después de cambiarnos de ropa y tomarnos una cerveza nos subimos al autobús y de vuelta al hotel.
Ya en el hotel, decidimos salir de nuevo al Santo Sepulcro con la firme intención de aguantar la cola necesaria para entrar en el sepulcro; éramos 11, salimos del hotel a toda marcha para llegar a la cola del sepulcro, una vez allí la gente avanzaba rápidamente a diferencia de lo que nos ocurrió el día anterior,

cuando llegamos a la puerta del sepulcro, nos anuncian que en 10 minutos cierran y eso obliga al ortodoxo que controla el sepulcro a darnos menos tiempo del que hubiéramos tenido en otra ocasión, pero en cualquier caso pudimos entrar y sin duda valió la pena, fue un momento muy sobrecogedor.

Acalorados y sedientos salimos de la iglesia en el momento en que entraban dos policías que iban echando a la gente a la calle, nos dirigimos hacia la puerta de Jaffa y de allí a las galerías comerciales de Mamila, las cruzamos sin parar y llegamos al barrio judío de Ben Yehuda, entramos en un bar a tomar unas cervezas

y de ahí a cenar a un restaurante llamado Adom, un local un tanto escondido al que se accede por una callejuela pasando bajo un arco atravesando un patio y bajando una cuantas escaleras hasta llegar a una puerta acristalada, nos sentamos y pedimos entrantes variados a elección de la camarera pero sin ensalada y sin coliflor, es decir, foie, trigueros, carpaccio o raviolis y de segundo unos entrecot con pimientos que más parecían solomillos y para postre unos dulces a compartir, crema catalana, helado …
Al salir del restaurante decidimos visitar el muro de las lamentaciones, algunas de las señoras preferían ir al hotel así que fuimos a acompañarlas, pasamos cerca del barrio ultraortodoxo de Mea Shearim aunque obviamente no entramos y cuando llegamos al hotel cogimos dos taxis y llegamos al muro, pasamos por el detector de metales y al llegar al muro había una furgoneta de la policía en la puerta de los servicios y un joven policía se nos acerca y dándonos el alto nos dice “Maybe a bomb in the bathroom” y nos hace gestos para que nos apartásemos hacia atrás, al momento nos indica que ya no hay problema y que podemos pasar, empiezan a aparecer muchos más policías que forman delante de los servicios con una tranquilidad propia de quien no es la primera vez que está en esta situación, nosotros cogemos nuestra kipá y accedemos al muro, hay muchísima menos gente que la vez anterior y volvemos a pasar dentro del túnel de la sinagoga, al salir observo a cuatro jóvenes con la metralleta a la espalda que están orando en el muro, salgo de la parte de los hombres a encontrarme con la mujeres que nos esperan fuera y mientras tanto Eugenio, José Luis, Domingo y Amado suben al altillo de la sinagoga y observan a varias mujeres que se encuentran al otro lado del cristal, enseguida sube uno de los judíos viejos y ellos bajan antes de que el judío llegue arriba. Todos juntos de nuevo salimos, tomamos otros taxis y de vuelta al hotel.

Es probable que todo el tema de la bomba e incluso el gran número de policías que vemos en la explanada tenga algo que ver con el Birkat Cohanim, bendición sacerdotal por la que decenas de miles de fieles se reunirán en la madrugada de hoy para escuchar la bendición al pueblo judío. (video Pascua 2010)

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