jueves, 15 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA (Día 5, Jerusalem)

Día 5, Jerusalem (Martes, 30 de Marzo de 2010)

Estábamos convocados a las 8:00 de la mañana en el lobby del hotel ya preparados para tomar el autobús y comenzar nuestra visita por Jerusalem, respetando los ligeros deslices con el reloj, embarcamos prácticamente a la hora, aunque para ser exactos diremos que pasaban unos cinco minutos de las ocho.
Pusimos rumbo hacia el este de la ciudad hasta llegar a un parking para autobuses situado en la zona de la Puerta del Monte Sión. Descendimos del vehículo y nos adentramos en unas callejuelas estrechas hasta que llegamos al Cenáculo, eran casi las nueve y parados frente a la puerta y bajo la estatua del Rey David escuchamos las explicaciones del guía. Cuando fuimos a entrar la puerta del cenáculo estaba cerrada, aunque el cartel de la entrada indicaba que el horario era desde las 8:30 todos los días del año, ¡no sé si aquel día no estaba en el año, la hora de apertura estaba mal, o nuestro reloj estaba estropeado! El resultado es que no pudimos entrar a la sala donde tuvo lugar la última cena.
Desilusionados por el contratiempo continuamos con la visita, íbamos a visitar la tumba del Rey David, realmente, íbamos a visitar el lugar donde se dice que está la tumba del Rey David, pero ese pequeño matiz carece de importancia en cuestiones de fe. El guía nos indicó que ese lugar estaba administrado por los judíos ultraortodoxos, esos que se dedican por completo al estudio de la Torah, y que era obligatorio que las mujeres pasaran por un lado y los hombres por otro, también tuvimos que cubrir nuestras cabezas con gorros, sombreros o en su defecto con una kipá de cartón que te prestaban a la entrada. Perfectamente dispuestos entramos en una pequeña sala cuadrada que se utilizaba como biblioteca, en la pared de la puerta un armario cerrado con puertas de cristal que almacena textos sagrados, a la derecha de la puerta otra estantería para libros y una mesa larga con sillas tras ella y dos judíos estudiando; enfrente de estos un armario grande donde estaba guardada la torah y que estaba cubierto por un tapiz negro con una inscripción en hebreo, al lado del armario, un gran atril para leer la palabra

y a continuación una puerta que llevaba a otra pequeña sala donde estaba la tumba del Rey David cubierta por una tela granate con textos hebreos y dibujos bordados y una gran caja metálica colgada sobre ella con una lámpara encendida. En medio de la sala una mampara divide la estancia en dos para que hombres y mujeres estén separados.


Al salir de la tumba del Rey David, vimos la silla donde se sentó el profeta Elias, de ahi viene la tradición de colocar una silla de más en la mesa cuando se celebra la pascua Judia para esperar la llegada del profeta o de cualquier persona que se presente inesperadamente se conozca o no. Tambien se cuenta que esta silla es el lugar donde se sentaba el padrino del niño, cuando a los 8 días de su nacimiento había que realizarle la circuncisión.
Terminada esta visita salimos a la calle y nos dirigimos hasta la iglesia de la Dormición de María, donde según la religión cristiana la Virgen se quedó dormida para ascender a los cielos en cuerpo y alma. Se trata de una iglesia circular con mosaicos dorados en las paredes y una estrecha escalera de caracol que lleva al piso inferior donde se encuentra una escultura de la virgen dormida a tamaño natural realizada de madera con las manos y la cara de marfil; rodeando a la escultura 6 gruesas columnas sujetan una cúpula con mosaicos de figuras femeninas del antiguo y nuevo testamento.


Terminada esta visita subimos por otra pequeña escalera y salimos de nuevo a la calle.
Era el momento de entrar en la ciudad vieja de Jerusalem, nos acercamos a la puerta de Sión, una puerta sobre la muralla plagada de muestras de balazos y que forma un ángulo recto hacia la izquierda para entrar en la ciudad.


Estábamos en el límite entre el barrio armenio y el judío, bordeando la muralla fuimos descendiendo hasta adentrarnos de pleno en el barrio judío, aprovechamos para comprar pan ya que llevábamos cuatro días en Israel y no habíamos hecho más que comer matzá, se trataba de simit, un pan típicamente turco con forma de rosca con semillas de sésamo por encima, lo repartimos entre todos y nos dirigimos hacía el antiguo cardo romano, donde la mayoría de las tiendas estaban cerradas, desde allí por un escalera metálica ascendimos hasta los tejados del barrio judío, desde nuestra posición se observaba la cúpula dorada del Domo de la Roca, las cúpulas grises de la Iglesia del Santo Sepulcro y se podían distinguir los tejados de teja roja del barrio cristiano, las cúpulas del barrio musulmán, las cubiertas planas del judío y el desorden del armenio.

Descendimos de los tejados y paseamos por callejuelas muy estrechas hasta un mirador del muro de las lamentaciones, muro que contra la creencia general no pertenecía al antiguo templo de Jerusalem sino que fue construido como soporte occidental de la explanada de las mezquitas,


una vez contemplado desde la distancia, era el momento de acceder a él, pasamos por un arco detector de metales, nos revisaron las mochilas y ya estábamos en la explanada del muro. La parte derecha del muro está reservado para las mujeres y la izquierda para los hombres. Para acceder a él es preciso que los hombres lleven la cabeza cubierta, bien con gorras o sombreros o con una kipá de tela blanca que puedes coger desde un mostrador ubicado a la entrada. El muro estaba repleto de judíos ultraortodoxos vestidos de negro y que lucen en sus sienes esos tirabuzones tan característicos llamados peies y que tienen su sentido en este mandato de los 613 que Dios ordenó a Israel: "No cortaréis circularmente los extremos de vuestras cabezas, y no estropearás la punta de tu barba." (Vaikrá/Levítico 19:27)
Erróneamente durante el viaje nos estuvimos refiriéndo a ellos como “tafilines”, cuando el término correcto es tefilines, voz hebrea para filacterias, cajitas de cuero con correas que se colocan en la cabeza y en el brazo izquierdo y que contienen pasajes de la ley judía y que obviamente nada tienen que ver con el pelo. Llevan sombreros negros de diferentes tamaños o sombreros circulares de piel llamados shtreimel, y para la oración cubren su cuerpo con un manto sagrado blanco con rayas azules o negras llamado talit.

Nos acercamos al muro y después de introducir nuestra petición escrita en un papelito y depositarla entre las rendijas del muro

accedimos a la izquierda del muro donde se encuentra la sinagoga y donde a través de una trampilla de cristal se puede ver la profundidad real del muro que es por lo menos tanta como la que está descubierta encima de la explanada. En la sinagoga, grupos de judíos oran alrededor de atriles con la Torah, leen en solitario en sillas repartidas por la estancia o dormitan apoyados en pequeños atriles individuales, damos una vuelta por ella y salimos a la hora convenida para continuar la visita por la ciudad.

Atravesamos un túnel repleto de agentes antidisturbios de policía preparados para actuar en caso de necesidad y salimos de la explanada hacia el barrio musulmán y seguimos por el zoco hacia la Iglesia del Santo Sepulcro.

La Basílica del Santo Sepulcro está administrada por varias iglesias que conviven gracias a un Status Quo de los Lugares Sagrados firmado en 1852, estas comunidades son la griega ortodoxa, armenia ortodoxa, católica romana, egipcia copta, etiope ortodoxa y siria ortodoxa. En la fachada de la iglesia existe una escalera de madera desde hace más de 120 años y que no ha sido retirada porque no ha sido posible poner de acuerdo a todas estas comunidades eclesiásticas.

Una vez dentro de la basílica ascendimos al Gólgota,

lo que debería ser un monte donde Jesús fue crucificado ha quedado dentro de la iglesia y es tan sencillo ascender a él como subir un piso, de nuevo cuestiones de fe sin explicación; allá arriba hay una capilla de los religiosos armenios y otra de los ortodoxos griegos, la gente pasa a visitarlas y besan la zona donde debió ser crucificado Jesús, descendemos y nos encontramos con la piedra donde fue perfumado el cuerpo de Cristo y envuelto en el sudario, la gente pasa por esa piedra todo tipo de prendas, rosarios y recuerdos.

Damos una vuelta por la iglesia observando las diferentes características de cada una de las religiones que administran el santo sepulcro y descendemos a la gruta donde está la capilla de Santa Helena, que según se cuenta es la que encontró la cruz y la lápida de Jesús.

Ascendemos desde la gruta y salimos al exterior para seguir por el barrio cristiano hasta la puerta de Jaffa, donde nos esperaba Dudu y su autobús, salimos hacia el monte de los olivos y allí en la parte palestina de la ciudad llegamos hasta el hotel 7 acres que en su día perteneció al rey Hussein de Jordania y que era considerado como el mejor de los hoteles de Jerusalem, ahora ha perdido mucho y prácticamente lo mejor que tiene es la vista de la ciudad. Entramos en el hotel y el propio que había confirmado nuestra reserva había desaparecido y nadie tenía constancia de nuestra llegada para comer, tuvimos que esperar unos veinte minutos y por fin entramos a comer, de nuevo las típicas ensaladas, carne mechada y dulces para postre, aquí tuvimos suerte y nos sirvieron pan de pita para empujar y también pudimos acompañar con el simit que guardábamos desde la panadería del barrio judío. Para concluir café y polémica con el maitre que pretendía cobrar varias veces las mismas consumiciones, después de un rato de discusión salimos y nos pudimos hacer una foto de todo el grupo con Jerusalem a la espalda.

Descendimos desde el hotel atravesando el cementerio judío donde observamos que las lápidas no tienen flores y en cambio si piedras encima que son depositadas por cada una de las oraciones que la gente reza por el ocupante de aquella lápida, seguimos bajando y llegamos a la capilla franciscana de Dominus Flevit, con su cubierta en forma de gota por las lágrimas que Jesús derramó por la ciudad, varias fotos de la cruz del altar sobre la cúpula dorada, también pudimos ver una necrópolis, una gruta con sus osarios en forma de pequeñas arcas y también la iglesia ortodoxa rusa de Santa María Magdalena con su cúpulas doradas, desde allí seguimos descendiente hasta llegar al huerto de Getsemaní donde paseamos entre los olivos que dan nombre al monte y visitamos la Basílica de la Agonía o Iglesia de Todas las Naciones,

llamada así porque fue construida con fondos de 12 países diferentes que aparecen representados en las 12 cúpulas de la iglesia, delante del altar hay una gran roca donde Jesús oró y sufrió antes de ser capturado.
Salimos de esta iglesia y nos dirigimos hacia la iglesia ortodoxa de la Asunción y la Tumba de la Virgen María donde se encuentra el sepulcro de la virgen, atravesamos la puerta descendemos una gran escalinata oscura de 48 escalones para llegar hasta una cripta de la época de los cruzados y que ahora es una típica iglesia ortodoxa, con innumerables lámparas de aceite colgadas del techo y bastantes manchas de humedad y humo en paredes y techos, hacemos cola para visitar la tumba de la virgen, una pequeña puerta que nos obliga a pasar agachados dentro de la tumba, salimos por otra puerta igual de pequeña y damos una vuelta por la iglesia observando las características de los iconos pintados en las paredes.
Salimos y damos por concluida la visita diaria, unos decidimos utilizar el autobús para volver al hotel mientras que otros deciden aprovechar para volver a pie y poder visitar más cosas.
Llegamos al hotel, dejamos las mochilas y nos fuimos rápidamente hasta la Basílica del Santo Sepulcro para intentar acceder hasta la lápida de Jesús, atravesamos el zoco a toda velocidad y llegamos hasta la cola de entrada al Santo Sepulcro, después de 20 minutos parados y sin haber avanzado ni 2 metros decidimos que era el momento de volver al hotel porque debíamos cambiarnos de ropa y acicalarnos adecuadamente para la cena de gala en el American Colony Hotel.
Llegamos al hotel, ducha y cambio de ropa y a las 20:15 estábamos casi todos en el hall.

Una vez en el lobby debía esconder en mi chaqueta una carpeta negra tamaño folio que debía quedar oculta a los ojos del resto de la expedición hasta el momento adecuado, intentando no mostrar en ningún momento actitud sospechosa llegamos al American Colony Hotel, atravesamos la recepción y tomamos dirección al salón Pasha, subimos una tramada de escaleras y llegamos al salón donde ya esperaban algunos de nuestros amigos. Un amable camarero nos solicita las chaquetas para colgarlas en un perchero y ¡oh, maldición!, se iba a descubrir la sorpresa de mi carpeta, rápidamente se la entrego a Domingo para que la oculte en su chaqueta que no iba a dejar en el guardarropa, pasamos al salón y nos sentamos en cinco mesas de 8 comensales cada una. Comienza la cena que se componía de pan de aceitunas o sésamo, unos entrantes de trigueros con jamón, cecina, ensaladas variadas, tomates cherry y croquetas y como segundos berenjenas rellenas y calabacín rellenos, salmón en salsa, guisado de ternera, pollo asado y patatas asadas y como postre dulce caliente de queso fundido con calabaza, una copa de postre típico de leche llamado muhallabiyeh, dulces de pistacho y frutas en almíbar
Llegando a los cafés era “el momento de la carpeta”, Domingo se giró y la cogió del alfeizar de la ventana que le había servido de improvisada estantería, se puso en pie y explicó el contenido de aquellos certificados de participación en el viaje a Tierra Santa que se iban a repartir a todos los miembros de la Encomienda y a todas las beguinas.
Mi primera mirada fue dirigida a Amado para comprobar la cara que se le quedaba cuando Domingo exponía y la expresión cuando por nuestras cabezas pasaba su comentario en San Juan de Acre, me miró, se sonrió y no tuve más remedio que decirle entre risas “Esa boquita te ha de perder”, comenzó a reír en una mezcla de sorpresa y alegría por el momento y de “¡qué buena ocasión perdí para estar callado! por el pasado. La Superiora de las Beguinas con un elegante vestido negro y el Maestre con un no menos elegante pantalón negro y camisa gris de rayas fueron entregando alternativamente el certificado a templarios/hospitalarios y beguinas.

Todos ya con nuestro certificado, toma la palabra Eric y en compañía de Carlos nos hizo entrega a todos los componentes de la expedición de un certificado de peregrino a Jerusalem firmado por el Ministro de Turismo de Israel y por el Alcalde de Jerusalem.

Terminada la tertulia posterior nos retiramos a nuestro hotel.

1 comentario:

  1. Enhorabuena por vuestra peregrinaciòn : Tengo el sueño de ir a allà y visitar los Santos Lugares. Querìa haceros una consulta.Pertenezgo a la Asociaciòn Provenzal de Amigos del Camino de Santiago y estamos organizando una exposiciòn con certificados de diferentes lugares de peregrinaciòn.He leido en vuestro blog que habeis recibido uno fimado por el Alcalde de Jerusalem.Es posible que me envieis una fotocopia en color ? Mi direccion es Francisco Gonzàlez ................ (Francia) Muchìsimas gracias.

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