lunes, 12 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA (Día 2, Galilea)

Día 2, Galilea (Sábado, 27 de Marzo de 2010)

Amanecía el día a las 6:45, para ser exactos a esa hora nos levantamos ya que es sol tardó unos 10 minutos en aparecer por encima del Mar de Galilea, ducha y aseo para bajar a desayunar entorno a las 7:15, ensaladas, dulces y huevos en sus distintas versiones acompañados de un pan ácimo plano en forma cuadrada llamado matzá que se comerá durante toda la pascua.

A las 8:00 casi todos en el autobús, primer día y primeros retrasos, quince minutos más tarde poníamos rumbo al sur para llegar al castillo hospitalario de Belvoir, en hebreo Kokhav HaYarden, estrella del Jordán.

Paseamos por sus patios, atravesamos sus arcos, nos metimos en el aljibe donde algún gracioso cerró la verja de la entrada y colocó la cadena atrancándola en las piedras dando la sensación de que por error nos había encerrado allí, ya fuera de la cisterna visitamos las cocinas, y el resto de las dependencias e incluso bajamos al foso por un estrecho pasadizo escalonado.

Concluida la visita al castillo pusimos rumbo hacia el parque arqueológico de Bet Shean, llamada también Decapolis,

donde pudimos observar los restos de una ciudad romana, su cardo o calle principal donde se desarrollaba toda la actividad comercial de la ciudad, los baños públicos, con sus tres salas fría, templada y cálida donde observamos el sistema de calefacción utilizado y unos dibujos donde se explicaban las actividades a realizar dentro de ese edificio. Continuamos el paseo observando los efectos del terremoto que destruyó la mayoría de las construcciones percatándonos de que todas las columnas y arcos habían caído en la misma posición y con el mismo ángulo respecto su ubicación original, llegamos hasta las letrinas públicas, una gran sala con piedras que sobresalen de las paredes donde encajar las posaderas y una canal de agua corriente por debajo para trasportar los residuos hasta un depósito. Cerca de éstas, se encuentra el teatro con dos andanadas de asientos y capacidad para unas trescientas personas, el escenario dispone de un foso para la desaparición y/o aparición de los actores durante la obra. Gerardo se sube hasta la última fila de la primera andanada para comprobar la sonoridad y colocándonos cuatro de nosotros encima del escenario comenzamos con frases sueltas de uno de nuestros capítulos, “que no quiero que pienses que…” “que piense ¿qué?” “¿Quién sois vos para interrumpir el capítulo?” “solo un necio o un insensato no percibiría…” “Hermano ingresar en la orden es causa de rigores ...” . Entre risas y aplausos de los espectadores salimos del teatro.


Para concluir café solo o coca-cola, recuerdo que estamos en Sabbath y en Pesaj, no leche caliente, no cerveza.
Montados en el autobús era el momento de dar cuenta de aquellos bocatas que preparamos en Barajas y de las bandejas de embutido que nos habían sobrado.
Llegamos hasta el kibbutz de Ein Gev en las orillas del Mar de Galilea para surcar sus aguas a bordo de un barco, que si no fuera porque iba a motor podría ser el mismo que usaron los discípulos de Jesús para pescar.

Tras la navegación, comida del típico pez de San Pedro acompañado de col, zanahoria, pimiento, lechuga, salsa de tomate picante y hummus. Helado de fresa para concluir y café solo.
Seguimos bordeando el mar de galilea para llegar a la ciudad de Capernaum, cuidad en la que vivió Jesús y que en la actualidad está administrada por los padres franciscanos, visitamos la sinagoga en la que predicó Jesús, vimos los restos de las casas de piedra de la aldea y la casa de la suegra de Pedro, sobre la que se encuentra la iglesia de los franciscanos a través de cuyo suelo de cristal se aprecia “la ínsula”.

Regreso al hotel para la cena.
Después de cenar y considerando que ya se veían más de tres estrellas, habíamos cambiado de día, el Sabbath había concluido, eran las 11 de la noche y los comercios empezaban a abrir, levantaban persianas y sacaban muestrarios a la calle.
Encontramos un bar, llamado Big Ben,



con una joven camarera de aspecto ruso y fría y distante como si lo fuera, que nos servía cerveza y allí nos aposentamos a degustar varias Maccabee, hubo quien, sin sospechar la falta de cultura cervecil de aquella joven, la pidió con limón, y la jovén se fue para la cocina y sacó un platito de café con media docenita de rodajas de limón perfectamente dispuestas en forma de abanico. Risas por doquier y al final macabee cual coronita.

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