domingo, 11 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA (Día 1, Tiberiades)

Esta es la crónica de lo que yo viví de todo lo que sucedió en el viaje a Tierra Santa. Podrían existir otras 34 versiones del mismo viaje, tantas como personas lo disfrutamos e incluso algunas estarían, con total seguridad, mejor documentadas porque, no en vano, hubo gente que tomó muchas notas durante todo el viaje, pero a mí me gusta más tirar de recuerdos y contar así mi versión.

Día 1 TIBERIADES (Viernes, 26 de Marzo de 2010)

Faltaban 10 minutos para las tres de la mañana del viernes 26 de marzo cuando llegábamos al lugar de convocatoria desde el que debería partir nuestro autobús, poco a poco fueron arribando el resto de los integrantes de la expedición hasta que completamos el número de 22.
Entre saludos, risas, bromas y bostezos, unos por la trasnochada y otros por el madrugón, fuimos alojando nuestro equipaje en la bodega del autobús y acomodando nuestros somnolientos cuerpos en las butacas.
Pasaban unos 15 minutos de las tres cuando comenzamos el viaje desde Teruel que nos llevaría al aeropuerto de Madrid.
Sobre las 6 y media de la mañana llegábamos a la puerta de la T4 en Barajas.
Recogimos nuestro equipaje del autobús y nos dirigimos a la fila que nos debería llevar al mostrador de facturación, en ella se nos incorporaron Gerardo y Mª José, que venían desde Zaragoza.
Ya en los mostradores de facturación, lo típico, un bulto que pesa más de lo permitido y hay que desmontarlo para repartirlo en otros, esto no lo facturo que lo llevo en la mano o esto no lo vamos a pasar que es para almorzar ahora. El azafato del mostrador nos comenta que hemos tenido mucha suerte por conseguir billetes para todos porque hay 6 personas en overbooking, nos comenta el recorrido y los pasos a seguir hasta embarcar.
Tras facturar y para hacer tiempo, parada técnica para ir al baño y desayunar, mistela con pastas, bueno, para ser exactos moscatel con cruasanes.
De allí a pasar por el control de seguridad, tras una serpenteante cola nos dan bandejitas de diferentes colores en las que había que depositar bolsos, mochilas y demás objetos metálicos para pasar por el scanner; sin cinturón, sin reloj, sin móvil, sin monedas y algunos sin zapatos a pasar por el arco detector, la mayoría pasamos sin problemas, uno, Amado, elegido al azar fue cacheado y otro, Pepe, que llevaba el almuerzo, fue mirado con envidia por el guardia cuando vio el jamón y el queso en la pantalla.
Varias vueltas de escaleras mecánicas, en vez de tomar el ascensor como ha dicho el azafato, hasta llegar al tren que nos llevaría a la T4S, control de pasaportes y a esperar a que nos asignaran puerta para el embarque.
Para hacer la espera más amena, sacamos el pan, el jamón, el queso y el chorizo y nos dispusimos a almorzar. Después de “ponernos hasta las trancas” todavía nos quedaba material para repartir a unos desconocidos pasajeros, que también viajaban a Israel, e incluso para preparar unos bocatas que guardaremos para mejor ocasión.
Aparece en los paneles nuestra puerta de embarque S26, y la hora de embarque 9:45, allá que fuimos y nos encontramos con el resto de la expedición, ya éramos 33, todavía faltaban Alberto y Sonia que se incorporarían el lunes.
Llaman a embarque a las últimas filas y allá que vamos, atravesamos la manga y cuando llegamos al avión observamos por una rendija a nuestra izquierda al piloto manipular un aparato electrónico con un tenedor, mala espina nos dio, pero esa pequeñez no podía arruinar un viaje de un año de preparación, ya no era posible la marcha atrás así que allá que fuimos, se trataba de un Airbus A-319 con dos filas de tres asientos,

nos ubicamos en nuestros asientos desperdigados por todo el avión. Ángel consigue entrar en su asiento encajado entre las dos filas y la ventanilla, a su lado Visi y al lado de ésta asiento libre, entra gente y el asiento no se ocupa, todos sabemos que al final llegará su ocupante, porque ya nos han dicho que hay overbooking y por tanto el avión irá lleno, vemos acercarse un joven con una desaliñada melena pelirroja, barba y bermudas que apenas cabía por el pasillo, calculo que 1’70 de altura y unos 140 kilos de peso, se para frente a la fila de Visi, sonríe de mala gana y se encaja en su asiento aplastándola literalmente contra Ángel, con las consiguientes risotadas del resto de la expedición.
Despegamos, saludos del comandante anunciando la duración del vuelo, la hora de llegada y el tiempo en Tel-Aviv, una vez alcanzada la altitud y velocidad de crucero, las azafatas reparten el almuerzo, una bandejita con una tarjetita en varios idiomas advirtiendo de que aquella comida no contenía carne de cerdo y varios recipientes uno de ensalada, otro de pechuga y un tercero con cake para el postre, refrescos, agua o vino y para concluir café o té. Los más listos algunos cubatas para pasar el rato. Tal era el desmadre en el avión que después de varias advertencias por parte de las azafatas, bastante secas por cierto, el piloto tuvo que solicitar por megafonía que nos sentáramos y nos abrocháramos el cinturón porque había turbulencias, turbulencias que, realmente, nunca llegaron.
Sobre las 16:40, hora local, llegábamos al aeropuerto internacional de Ben Gurion en Tel-Aviv,


Sellado de pasaportes, recogida de equipajes y reunión de toda la expedición para salir de la zona de llegadas donde una señorita nos esperaba con un cartel que identificaba nuestro viaje, todos con ella salimos hacía el autobús donde nos esperaban Dudu el conductor y Ricky el guía.
Presentaciones y salida hacia Tiberiades, una de las cuatro ciudades santas del judaísmo junto con Jerusalem, Hebrón y Safed.
Por el camino primeras explicaciones de las características del país, de la comida, de los comportamientos particulares en determinados lugares y entrega de la documentación del viaje y de una gorrita blanca y azul que debería identificarnos como grupo, gorrita que fue escasamente utilizada por alguno de los miembros del grupo y nada por la mayoría.
Llegábamos a Tiberiades, a unos 200 metros bajo el nivel del mar, concretamente al hotel Sheraton, ahora llamado Leonardo Plaza Hotel,

cuando ya habían salido más de tres estrellas, símbolo que los judíos utilizan para el cambio de día y por tanto acababa de empezar el Sabbath y por si fuera poco estábamos en el Pesaj (la pascua judía), nos repartieron las habitaciones, e inmediatamente a cenar. Entre otras particularidades durante el Sabbath, los judíos no pueden tocar nada que suponga creación y por ello en los hoteles existe un ascensor, perfectamente identificado, que está continuamente de arriba para abajo y que sin pulsar ningún botón se detiene en todos los pisos.


Otra particularidad del Sabbath es que no puede haber leche y carne en la misma comida, y en el pesaj no se puede consumir nada que haya fermentado, pan, cerveza, yogur o queso, con estas limitaciones ensaladas de varios tipos, hummus, puré de garbanzos típico de esta zona y que nos acompañaría en todas las comidas y carne de pollo o ternera con patatas asadas o fritas, fruta y pasteles no fermentados, café y té sin leche
Después de cenar y de deshacer las maletas quedamos en el lobby del hotel, muchos de nosotros pasamos por recepción para realizar el cambio de moneda, realmente no era necesario ya que en todos los lugares aceptan euros y dólares aunque la devolución, por norma general, siempre se hace en Shekel, pero como no está de más llevar moneda local decido entregar 20 € para recibir 93,14 חש (nis abreviatura de New Israel Sheckel), después de eso visita a un hotel próximo The Scots,

construido por los escoceses reconstruyendo las casonas coloniales de la época, después de un ligero paseo por sus jardines nos pudimos tomar una cerveza, ron o whisky, y curiosamente aquí no pudimos pagar con euros y tuvimos que hacerlo con la tarjeta de crédito.

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