lunes, 8 de agosto de 2011

SANTA MARIA DA FEIRA (PORTUGAL)

CRONICA DEL “VIAGEM MEDIEVAL” A SANTA MARIA DA FEIRA EN PORTUGAL.

Amanecía el 29 de julio de 2011, festividad de Santa Marta, y comenzaba nuestro viaje al medievo que nos llevaría al año 1179 en la localidad portuguesa de Santa Maria da Feira.



La expedición estaba formada por el Maestre Sancho López de Lienda, freire Gerinaldo, el freire de Turrimatmurah y el de Concud, el freire de Toroel, el de la Civera, el de Vanyón, el de Gúdar, el de Sotillos y yo mismo freire Galcerán de Tirwal, estábamos estupendamente acompañados por las beguinas Aldonza Pérez de Azagra, Toda de Navarra, Jimena de Queribús, Catalina Muñoz, Alda de Beselga y Amalia. En el último momento causaron baja de la expedición el hermano de Dirdam y su beguina por motivos laborales y el freire de Qalat-Ayub por…, bueno, que no vino, algo por cierto que no sorprendió a nadie.

Retornando a la crónica del viaje hay que decir que en un alarde de organización decidimos que el de Turrimatmurah con Gerinaldo, la de Navarra y la de Queribús tomaran la cabalgadura negra y partieran un par de horas tras laudes, por su parte el Maestre con el de la Civera, la Pérez de Azagra y la de Beselga, saldrían en cabalgadura blanca media hora tras la prima, a esa misma hora y en otra cabalgadura blanca lo harían el de Concud con la Muñoz pero sin contactar con los anteriores, una hora tras la prima en la cabalgadura gris con la intendencia partiríamos el de Vanyón, el de Toroel y yo mismo. El de Gúdar tomaba su caballo negro y partía él solo pasada sextas, y al día siguiente llegaría el de Sotillos con Amalia.

Faltaban unos diez minutos para la hora convenida cuando alguien llama a mi puerta y allí estaban el de Vanyón y el de Toroel prestos para emprender marcha, acudo con mis bártulos y los cargamos en la cabalgadura, el de Vanyón comenta que ha intentado comprar pan pero que el panadero no lo tenía listo y que tenemos que volver, así lo hacemos y por fin estamos listos para emprender ese largo viaje, 932 años, 850 kilómetros.

El de Vanyón se lanza al galope tendido por los caminos que nos llevaban a la capital cuando alcanzamos al Maestre y sus acompañantes en la localidad de Maranchón, obviamente no habían salido a la hora convenida. Seguimos al galope con intención de parar para almorzar una vez que hubiéramos pasado Madrid y que lleváramos unos cuatrocientos kilómetros de viaje. En llegando a la autovía llamamos al de Concud que nos dijo que venía detrás, por lo que decidimos almorzar en el 103 y eso hicimos. Todos ya reunidos a la sombra de un camión, llamamos al de Gúdar que nos dijo que en 10 minutos estaba allí, ¡buena planificación de salida!, partíamos cada uno por libre y a horas diferentes y ni uno solo cumplió lo pactado, pero bueno, allí estábamos almorzando al sol porque el del camión tuvo que seguir marcha y otro que vino no quiso hacernos el favor de sombrear nuestro embutido y nuestro pan recién hecho. Pasamos a tomar un café y estando allí arribó el de Gúdar.

Emprendimos de nuevo viaje, el de Vanyón partió a todo galope y el resto a un trotecillo un poco más relajado, en esta ocasión yo viajaba en el cabalgadura negra del de Gúdar.
Se acordó parar de nuevo en el área de servicio del km 61 de la A-6.

Pasamos Guadalajara y Madrid y como en vez de área de servicio en el km 61 lo que encontramos fueron obras se decidió continuar viaje, pasamos Ávila y Salamanca y llegamos a Ciudad Rodrigo donde teníamos previsto comer.

Como quiera que habíamos mandado al de Vanyón y al de Toroel por delante y estos ya estaban en la ciudad nos pusieron al corriente del recorrido, pero como suele pasar cuando das instrucciones a todos al final ninguno sabe por dónde tirar y por poco nos salimos del pueblo, pero como no hay mal que por bien no venga, encontramos una gasolinera y aprovechamos para rellenar el depósito de nuestras cabalgaduras previendo que en Portugal el precio del combustible fuera bastante más elevado que en España.

Por fin llegamos al centro de la ciudad, aparcamos y nos encaminamos hacia la plaza mayor donde en la terraza del Bar El Sanatorio nos esperaban el de Toroel, el de Vanyón unas cuantas jarras de cerveza vacías y algunas otras llenas, rápidamente pedimos un nueva ración de jarras heladas con cerveza y enseguida una segunda y una tercera, cuando las jarras heladas de 1/3 se hubieron acabado empezamos con las de 1/2 hasta que el calor fue ligeramente sofocado y la sed aplacada. Nos dirigimos entonces hasta el restaurante que teníamos previsto pero al llegar allí y comprobar que tendríamos que sentarnos en mesas separadas decidimos buscar otra opción y la encontramos en el Restaurante Los Arcos. Unas ensaladas, unos platos de Tostón Cuchifrito y otros de entrecotte acompañados de cerveza y rematados con unas tartas al whisky o de queso con grosella y café fue el menú.


Terminada la comida acudieron al restaurante unos amigos de Teruel que teniendo familia en dicha localidad estaban pasando unos días en ella y se brindaron a servirnos de cicerones, paseamos por Ciudad Rodrigo hasta el Parador de Turismo, visitamos las murallas, el Museo del Orinal y la Catedral, rondaban casi las seis de la tarde cuando retomamos viaje hacia Santa Maria da Feira ya que habíamos quedado con Luis Miguel Rocha entre las 19:00 y las 20:00h en el hotel.

La caravana se partió de nuevo, con el de Vanyón al galope, el Maestre y el de Gúdar al trote y el de Concud que debió parar a repostar y viajó por libre.

Cosa curiosa ocurre cuando los carteles rezan Ben-vindos a Portugal, y no es que unas simpáticas señoritas te obsequien con periódicos y publicaciones varias, sino que si antes de leer son las 18:30 cuando terminas de leerlos son las 17:30h.

Pasados algunos kilómetros desde la frontera se unió a las dos cabalgaduras el de Concud, conformando así una expedición de tres.

Llegados a Santa Maria da Feira, el de Vanyón nos esperaba a la salida del peaje de la autopista y así todos juntos recorrimos el final del trayecto, los escasos tres kilómetros que nos restaban hasta un edificio de seis plantas con pendones rojos y azules con una cruz blanca colgando de todos los balcones y que resultó ser el hotel Nova Cruz, áquel en el que teníamos reservado nuestro alojamiento, adonde llegamos pasadas las siete y media de la tarde, y sin rastro de Luis Miguel.


Una amable recepcionista nos indica los aposentos de cada uno y nosotros que llevábamos desde que saliéramos de Ciudad Rodrigo, allá en España sin probar líquido alguno le preguntamos ¿dónde estaba la cafetería?, ella enseguida respondió que estaba en el sexto piso.

Dejamos nuestras pertenencias en la habitación y subimos a la cafetería, ¡lo que ocurre por preguntar mal!, aquel local del sexto piso era el lugar donde se sirve el café de la mañana, o sea, la cafetería. Bajamos a recepción y cambiamos la pregunta, ¿dónde está la cervecería? Y la recepcionista nos dijo “aquí mismo”, un pequeño mostrador al lado de recepción, con una pequeña nevera que sólo tenía cuatro cervezas, uno de nosotros, concretamente este que escribe se quedó sin su parte, el resto se terminaron su botellín y preguntamos por un bar cercano, tras las explicaciones de la recepcionista salimos del hotel y fuimos al bar, rápidamente repusimos líquidos mientras decidíamos como íbamos a vestirnos para acudir al recinto del “viagem medieval”. Todo claro volvimos al hotel y nos ataviamos adecuadamente y salimos hacia el recinto.

Seguimos las indicaciones que nos dieron en el bar y recorrimos los 1800 metros que nos separaban de la puerta de la iglesia con dos torres donde nos esperaban Gerinaldo y el de Turrimatmurah, que por cierto, habían hablado con Luis Miguel y habían quedado con él para vernos a la mañana siguiente en Oporto.

Antes de acceder al recinto tuvimos que adquirir la correspondiente pulserita que serviría de acreditación durante todos los días que dura el viaje.


Pasamos el control de acceso y seguimos flanqueados por puestos de mercado y de restaurantes que asaban cerdos enteros en la puerta del local para confeccionar el popular bocadillo de “porco”,


llegamos a la puerta de la iglesia y allí estaba el que a partir de ese momento iba a ser nuestro punto de reunión, el bar de Paul, seguramente tendrá otro nombre pero nosotros siempre que nos referiríamos a él lo haríamos como el Bar de Paul, con el correspondiente acento portugués que solamente el de Gúdar es capaz de captar desde el primer momento únicamente conectando la radio del coche.

Después de 15 horas de viaje, 850 kilómetros en coche y 1800 metros andando no quedaba más remedio que reponer líquidos de nuevo. A la tercera ronda, Paul se acercó al mostrador y rápidamente sustituyó al empleado, seguramente pensó que debía atender él personalmente a aquellos españoles que aunque él no lo supiera todavía, se convertirían en los mejores clientes del fin de semana, y casi me atrevería a decir que los mejores clientes de los diez días. Intentamos un trato, cada 10 rondas de Super Bock, que es la marca de cerveza de la zona, nos invitaba a 1, el portugués se hizo el sueco y no entró al trapo, le volvimos a tentar 100 rondas 3 invitaciones, se volvió a hacer el sueco pero esta vez nos invitó a esa ronda.


Allá estábamos, en una de aquellas 100 rondas cuando se acercó una joven que amablemente nos preguntó si hablábamos portugués, inglés o francés, la pusimos en contacto con el de Gúdar que es el intérprete oficial de francés, es capaz de atender en inglés y domina el portuñol como nadie, y después de mucho intentar entender a la joven llegamos a la conclusión de que lo que pretendía era que nos callásemos porque había una actuación y molestábamos. Con lo fácil que hubiera sido llevarse el índice a la boca y hacer ¡chussssss!, el caso es que tuvimos que cambiar de local y nos desplazamos a la “Taberna Templaria”, un local donde una joven que empezamos a llamar Maria José nos atendió amablemente y a la que el de Gúdar entendía a la perfección, hasta que descubrimos que se llamaba Joana y que hablaba en español porque había trabajado en Barcelona. Nos tomamos varias rondas de finos que es como se llama a una caña en vaso de 1/5, y para empapar tantos finos nos engullimos un bocata de “porco no espeto


que viene a ser como un kebab con el cerdo en horizontal y entero al que le van cortando tirillas de carne que meten en el bocata. ¡Un poco jasco para mi gusto! pero vamos, a fuerza de Super Bock el porco pasa bien. Tal fue el tiempo que estuvimos en aquella taberna que incluso cantamos el brindis templario con un licor típico llamado Beirao por invitación de la casa.

De ahí nos fuimos a dar una vuelta por el mercado camino del Castelo y después paseamos por la explanada donde se agolpaban numerosos restaurantes llenos a reventar.

Volvimos al bar de Paul, porque iba a dar comienzo un espectáculo de luz, fuego y sonido en la fachada de la iglesia, no sé si por aquel entonces llevábamos 100 rondas pero le tenían que faltar muy pocas, de vez en cuando acompañábamos la super bock con un cachorro, que viene a ser lo que en España se llama perrito caliente y en América hot dog.

La muchedumbre se amontonada alrededor del espectáculo en un número inimaginable para nosotros, nos costaba muchísimo entender que toda aquella gente había pagado para pulular por un mercadillo medieval, el caso es que todas las calles que nuestra vista alcanzaba estaban repletas de espectadores aguardando el inicio.

A la conclusión la gente se dispersó y algunos de nosotros decidieron partir para el hotel y dar por concluida esta maratoniana jornada. El de la Civera, el de Gúdar, la de Beselga y un servidor decidimos visitar un local próximo al bar de Paul, donde ponía Fiesta Privada, allá que fuimos y al entrar nos dieron un cartoncito con quince casillas que debíamos presentar en la barra y que nos irían rellenando a medida que fuéramos consumiendo para pagar al final. Intentamos consumir un ron con algún refresco de cola y resulta que el único que había era ron blanco de una marca conocida también en España y que parece ser que no es del agrado de los bebedores de ron, así que decidimos consumir unas caipirinhas. Dos rondas de esto e infinidad de fotos con la gente del local fueron suficiente para terminar la noche. Con nuestros cartoncitos rellenos nos acercamos a la caja y mientras pagábamos el de Gúdar vio una botella con un bebedizo rojo cuya etiqueta escrita a mano rezaba “Licor levanta mortos” y allá que se lanza y le pide a la camarera que nos sirva uno para cada uno, ella toma la botella con cuidado, cuatro vasitos como dedales y sirve con un misterio que acojona cada uno de los cuatro licores, coloca cada vasito en frente de cada uno de nosotros y yo pienso, “esto de golpe, y que sea lo que Dios quiera”, todos pensamos lo mismo y para dentro. Resultó que aquello era más suave que la horchata así que dedujimos que en la etiqueta no ponía lo que nosotros tradujimos o que los muertos aquellos se levantan con leche y grosella. El caso es que entre risas y comentarios sobre el licor salimos del bar y nos dirigíamos al hotel cuando una churrería se cruzó en nuestro camino y tuvimos que comprar una docenita de churros para el camino.

Cerca del hotel estábamos cuando un vehículo con tres jóvenes se detiene a nuestro lado y tiene lugar el siguiente diálogo:
- Joven: “são o português?
- Timoteo: “No, italiano”
- Joven: “borracho?”
- Timoteo: “No, de Palermo”
Numerosas risas por parte de los jóvenes del coche y por la nuestra y ambos continuamos camino.

Llegamos al hotel y a descansar hasta el día siguiente a las diez que saldríamos hacia Oporto.
Amaneció el día de San Abdón y San Senén con una niebla que ocultaba ligeramente el castillo de Santa Maria, subimos a la cafetería a desayunar y a preparar el viaje a Oporto, como quiera que el hermano de Sotillos no había llegado todavía le mandé un mensaje comunicándole nuestras intenciones para el día y él me contestó que ellos estarían viajando, así que dedujimos que ya nos veríamos a nuestro regreso.

Alguien pensó que sería bueno intentar ir en autobús y evitar así el desplazamiento en cuatro coches, terminado el desayuno preguntamos en recepción y nos mandó al mismo bar que habíamos conocido el día anterior, nos informaron de que acababa de salir un autobús para Oporto y que el siguiente salía a las 11:25 y que el precio del billete eran 3’80€ ida y vuelta.

Comunicado todo esto al resto de la expedición, se acordó que era la mejor opción y que esperaríamos esa hora y media hasta el siguiente autobús, tiempo éste que fue ocupado para hacer compras por unas, para pasear por las proximidades del hotel por otros y para tomar unos finos en una terraza por otros. Finalmente llegó la hora y con ella y puntualidad exquisita el autobús que nos llevaría a Oporto. A las 12 entrábamos en el garaje de los autobuses donde nos dejaba y donde deberíamos estar a las 16 ó a las 19 para volver. Llamamos a Luis Miguel que nos dijo que en torno a las 13 nos llamaría. Salimos hacía el funicular Dos Guindais que nos debía dejar en el barrio fluvial de la ciudad, junto al río Duero


Paseamos junto al río viendo los siete puentes que cruzan el río y que conectan el coqueto casco antiguo de Oporto con la margen izquierda del río, el más popular de todos ellos es el Ponte Dom Luís I, construido según un proyecto del ingeniero belga Théophile Seyrig, discípulo del famoso Gustave Eiffel.


Seguimos paseando por la ribera del río mientras decidíamos qué hacer, pensamos que sería buena opción dar un paseo en barco por el Duero así que preguntamos en un puestecillo en la calle, nos dijeron que el próximo barco salía a las 13:00 pero que aunque faltaran 40 minutos que sacáramos ya los billetes y así luego no teníamos que hacer cola y que podríamos llegar y ocupar directamente las sillas de proa desde donde mejores fotos se tomaban. Decidimos no seguir el consejo del vendedor y nos fuimos a una terraza a tomar unas cervezas mientras algunas de las señoras visitaban un puesto de mantelerías. Nos adentramos en la Plaça da Ribeira o Rua de Sao Joao Novo en memoria del santo que preside la fachada que mira al río.


Toda la plaza estaba repleta de terrazas y decidimos sentarnos en una de ellas, Casal Garcia, juntamos dos mesas y el de Gúdar se acercó a la puerta del bar y pidió unos bolinhos de bacalhau y unos chouriços asados.

A las 13:00 embarcábamos rumbo a España, sin problemas de espacio en el barco salíamos aguas arriba del “rio Douro”, pasamos bajo los puentes de Dom Luis I, do Infante, de Maria Pia, de Sao Joao y de Freixo donde dimos la vuelta y aguas abajo hasta el Ponte de Arrábida donde comenzamos el regreso al embarcadero. Durante el trayecto algunos nos acercamos a la barra del bar del barco y pedimos unos finos, tras muchos intentos por beber aquella cerveza fuimos desistiendo y la fuimos dejando a medias sobre la barra. La camarera se percató de aquello y rápidamente vino a pedirnos disculpas porque la cerveza no estaba en condiciones, nos ofertó botellines de Heineken para todo el grupo, circunstancia esta que obviamente no aceptamos, un par de cervezas para cumplir con la invitación y agradecimiento al gesto de la joven.

Las 13:50 eran cuando desembarcábamos y nos fuimos a la misma terraza, Casal Garcia, a esperar a Luis Miguel que por fin se había puesto en contacto con nosotros, pedimos unas cervezas y unas tábuas de queijos, y unas azeitonas, y nos pusieron dos platos de queso con aceitunas, en ello estábamos cuando llegó Luis Miguel, y enseguida nos fuimos hasta la otra margen del río que más tarde nos enteramos que no era Oporto sino que era Vila Nova de Gaia, cruzamos el río por el tablero inferior del ponte de Dom Luis I y seguimos caminando aguas abajo por la Ribeira de Gaia hasta un restaurante llamado Caves da Cerveja. Ya eran las 15:00h cuando llegamos y como los portugueses acostumbran a comer temprano, no tuvimos ningún problema para encontrar mesa, nos colocaron en la mesa un útil con un depósito para tres litros de cerveza y un grifo para tirar cañas y unas croquetas de carne. Rápidamente tuvimos que pedir otro útil de cerveza.


Luis Miguel fue el encargado de pedir y se decidió por un bacalao asado con aceite y patatas y unas francesinhas,


sándwich típico portugués y originario de Oporto, hecho con pan, jamón curado, linguiça que es una salchicha de cerdo curado, salchicha fresca, como la chipolata, carne asada o fresca y cubierto de queso curado y una salsa de tomate y cerveza y que se sirve con patatas fritas, según nos contó Luis Miguel, esta comida era la ración diaria del ejército francés cuando intentó conquistar Portugal, cuando los franceses abandonaron el país se mantuvo la comida y se le añadió la salsa, aunque parece ser que esta explicación tan romántica no es más que una invención porque lo que realmente ocurrió fue que en la década de 1960, Daniel da Silva, un emigrante retornado de Francia y Bélgica, trató de adaptar al gusto portugués el croque-monsieur que es un sándwich de queso gruyere y asado al horno. En cualquier caso, lo cierto es que el bacalao estaba espectacular y las francesinhas entraban bien, terminamos la comida con algunos helados y unos cafés, hubo algunos que pidieron café con coñac (carajillo) y salieron escaldados. Al concluir …, bueno eso no merece la pena ni que sea contado, allá cada cual con su conciencia.

Nos despedimos de Luis Miguel con el compromiso de que por la noche acudiría a Santa Maria da Feira y regresamos hacía nuestro autobús.

De camino andábamos hacía el puente de Dom Luis I cuando nos cruzamos con un personaje con jersey de manga larga cuando estaríamos a más de 35ºC y resultó ser nuestro amigo Luis y su mujer Iria aquellos que nos acompañaron al viaje a Tierra Santa, charlamos un rato con ellos y cada uno seguimos nuestro camino.

De vuelta hasta la estación paseamos por las calles del casco antiguo de Oporto que será patrimonio de la humanidad pero requiere una limpieza y una rehabilitación importante, llegamos con tiempo y pudimos descansar unos minutos y tomar un refrigerio mientras se hacían las 19:00 y salía el autobús.

El recorrido de regreso se hizo rápido pero al llegar al peaje de Santa Maria da Feira el atasco era monumental, lo que debía costar 5 minutos nos llevó casi 30 y por fin llegamos al hotel.

Llamamos al hermano de Sotillos y nos comentó que estaba en el atasco de la autopista y que en breve estaría en el hotel, comenzamos a vestirnos para acudir al recinto medieval y cuando estuvimos todos comenzamos de nuevo la peregrinación de los 1800 metros hasta el bar de Paul.
Al llegar al edificio reservado para la organización enviamos al de la Civera a buscar a José Cardoso, nuestro presunto contacto desde que comenzamos esta aventura, al contactar con el Coordinador de Animación Itinerante nos reenvió a hablar con su ayudante Clara, le explicamos nuestro interés en participar en el desfile que tendría lugar al día siguiente y nos comentó que no creía que hubiera ningún problema pero que debíamos personarnos en el local de guardarropía oficial de la organización y preguntar por Lizeta, así que para allá que fuimos.

El recinto estaba a reventar de gente, nos comentaron que habría unas 200.000 personas y desde luego que no exageraban lo más mínimo.

Llegamos al guardarropía y preguntamos por Lizeta, aclaramos las condiciones y los horarios para el desfile y nos despedimos de ella.

Tomamos unas cervezas y unos cachorros en el bar de Paul y como quiera que Luis Miguel no había dado señales de vida, que el capítulo que teníamos previsto no iba a realizarse y que como era probable que empezáramos a dispersarnos y que iba a ser muy complicado volvernos a reunirnos, le comenté al Maestre la posibilidad de entregar los pergaminos recordatorios del viaje en aquel momento. Tras la respuesta afirmativa me hice un poco de hueco en la calle y fui entregando uno tras otro los pergaminos. Algunos abrazos, sonrisas, agradecimientos y palabras de reconocimiento fueron suficiente para dar por bueno el esfuerzo.

Más tarde nos fuimos a la taberna templaria y allí más cervezas y algún bocata de porco no espeto, más cervezas y más todavía, hasta que al de Gúdar se le ocurrió pedir un "chouriço asado na canoa”


Que viene con el fondo lleno de alcohol de quemar y se va dando vueltas al chorizo hasta que se asa. Terminado el chorizo y como sobraba pan el de Gúdar agarra un trozo y lo unta en la salsa, se lo mete en la boca y le cambió la cara, imagino que un pan untado en alcohol no tiene el mismo sabor que si fuera el aceitillo de chorizo. Le costó tres finos recuperar el aliento. A partir de ese momento canciones de tuna, jotas, fados, sevillanas e incluso algún brindis templario hicieron que rematáramos la noche con dos chupitos de licor de Beirao.

Volvimos al bar de Paul y muchos de nosotros decidieron retirarse a descansar tras un día tan agotador, los demás vimos el espectáculo y tras él y evitando la muchedumbre nos fuimos hacia el hotel.

Era el día de San Ignacio de Loyola y el día amaneció con una niebla cerrada que ocultaba completamente el Castelo. Si la organización para la ida había sido original la vuelta todavía lo iba a ser más. El de Gúdar cogió su cabalgadura y a eso de las 9 de la mañana salió rumbo a Teruel, el de Concud fue obligado a decidir pasar la mañana en la playa y después seguiría una semana más por Portugal, el de Sotillos saldría hacía España una vez desayunado, Freire Gerinaldo y el de Turrimatmurah, agarrarían el montante y emprenderían regreso nada más terminar el desfile de la tarde, el resto esperaríamos al lunes, así que esperamos a que todos hubieran desayunado para concretar las actividades del día, y decidimos que era el momento de aprovechar la mañana para pasear tranquilamente por el mercado medieval. Como por la tarde teníamos que asistir al desfile y para ello deberíamos llevar lanzas, espadas, timbales y demás bártulos, decidimos acercar un coche a las proximidades del recinto con todos los aparejos y así tener un almacén cerca y no tener necesidad de volver al hotel. El de Vanyón se prestó voluntario y acercó su cabalgadura mientras el resto fuimos andando hasta el mercado.

Como habíamos quedado a las 16:00h en la plaza, estábamos obligados a salir sobre las 15:30 del hotel ya perfectamente ataviados, eso nos obligaba a regresar desde el mercado a las 15:00 y para eso debíamos comer primero, así que paseando por el mercado vimos que en torno a las 12:30 se empezaban a llenar los restaurante, demoramos un poco la decisión de la comida y a las 13:00 no quedaba un solo sitio en el que sentarnos a comer. Ante aquella contrariedad decidimos salir del recinto y probar suerte en el camino hacia el hotel, preguntamos a un “policia de transito” y nos indicó “La Churranqueria do Castelo”, tuvimos que sentarnos en dos mesas porque todos no cabíamos en una y nos tomamos una cerveza y después otra mientras nos servían dos “bifé do Castelo” con el que comimos siete y para terminar unos helados y cafés. Concluida la comida regresamos al hotel y nos preparamos para acudir al comienzo del desfile.
Pasadas las 16:00 llegábamos al coche donde teníamos guardados todos los bártulos, nos pertrechamos adecuadamente y sobre las 16:20h empezábamos a buscar la Iglesia de la Misericordia que era donde estábamos citados a las 16:00, llegados a este punto un hombrecillo que tiraba de un asno nos indicó que el desfile salía de más arriba así que fuimos para allá en compañía del hombre y de su asno, llegamos a una explanada de césped donde se distinguía a lo lejos una mancha amarilla que eran los voluntarios del evento y un pequeño grupo de monjes, nos acercamos a la sombra bajo la que se protegían del sol y preguntamos por Lizeta, un tal Riky se hacía cargo de recibir a los participantes en el desfile y nos indicó que ya nos avisarían. Allí estábamos esperando mientras iban llegando grupos a pie y a caballo cuando un joven de la organización se nos acerca, se presenta como Paulo y nos comunica que había estado en Teruel para las bodas y que se alegraba mucho de que lo estuviéramos pasando bien. Reconforta que el “Administrador Executivo da Feira Viva” se interese por nosotros.

Comenzó el desfile y nos colocaron detrás de los nobles de la villa y así formados con el gonfalonero en cabeza, los timbales, el maestre y la tropa en fila de a dos,


recorrimos los 1200 metros de desfile que terminaban en el Castelo, cuando pasamos por la taberna templaria nos ofrecieron una cerveza que obviamente declinamos, no por falta de ganas sino por imagen. Una vez en el castillo se disuelve el desfile y se representa el pago de 1000 piezas de oro que hizo Alfonso I de Portugal, conocido como Afonso Henriques, al Papa Alejandro III, para que a través de la bula Manifestus Probatum se reconozca a Portugal como reino independiente y vasallo de la iglesia, en lugar de ser vasallo de Alfonso VIII de Castilla.

Terminada la representación entramos al castillo y hacemos una pequeña visita al mismo, aprovechamos que íbamos completamente ataviados para hacernos infinidad de fotos, y lo mismo les sucedió al resto de los visitantes que no pararon de pedirnos posar con ellos para salir en sus fotos.


Terminada la visita descendimos hasta el bar de Paul donde nos repusimos del calor y de la pérdida de líquidos y como ya debíamos haber llegado a las 100 rondas Paul nos invitó a varios de los finos que nos tomamos antes de llevar los bártulos hasta el coche.

Nos pusimos cómodos tras dejar todo en el coche y aprovechamos para dar una vuelta por el mercado y ultimar las compras, ya reunidos de nuevo todos los que todavía quedamos en la ciudad, se presentó un joven llamado Victor y en perfecto castellano nos comentó que había trabajado en La Rioja y en Barcelona y que ahora había vuelto a su ciudad, nos preguntó si lo estábamos pasando bien, si nos gustaba la fiesta y si habíamos bajado al fortín templario. Dos respuestas afirmativas y la última negativa, le comentamos que nadie nos había invitado y que nos parecía inapropiado acudir sin ser llamados. Nos dijo que le encantaría que le acompañásemos y que pediría permiso a su Maestre de Armas para ver si podíamos entrar en el campamento. Llegamos al campamento y nos admitieron amablemente en el mismo, en el que al parecer el único requisito era vestir de medieval. Estuvimos conversando con el Maestre de Armas, Olivier de Languedoc, y también con el Rey Alfonso I de Portugal.


Nos comentaron la posibilidad de asistir con ellos a la Liça que iba a tener lugar a continuación y nos indicaron que entraríamos por la puerta de atrás y que deberíamos ver el torneo de pie junto al rey y las doncellas, accedimos gustosos a acompañarlos y enseguida nos encontrábamos en el backstage del campo de liza, como quiera que el graderío no se llenó pudimos ocupar unas plazas en las gradas para ver de manera más cómoda el torneo.

Comienza la liça con la presentación de los caballeros, unos defienden a Portugal y otros al vecino Reino de Galicia, la mayoría del público toma partido por los de Portugal, unos pocos españoles lo hacen por Galicia, nosotros que realmente en aquella época nos debería dar igual unos que otros, decidimos tomar partido por Galicia aunque sea por afinidad actual. Todos sabemos que el resultado del torneo va a ser victoria para Portugal, pero debemos dar un poquito de color en la grada.

El Reino de Galicia va a ser defendido por Don Olivier de Langedoc a caballo y tres caballeros a pie entre los que se encuentra D. Juan de la Vega, que no es pariente de nuestro freire García de la Vega, el Reino de Portugal será defendido por D. Pedro de Portugal a caballo y otros tres caballeros a pie entre los que se encuentra D. Nuno de Gaia.

Comienzan los juegos, con una tirada a caballo en el que los combatientes deben dar con la lanza en el centro del escudo del estafermo, victoria para D. Olivier, sigue con un combate a pie donde gana D. Juan de la Vega para “Galiza”, tirada a caballo en el que debe tomarse anillas con la lanza, de nuevo victoria para “Galiza”, combate a pie donde vence D. Nuno de Gaia para Portugal, tirada a caballo donde los jinetes deben saltar un tronco en llamas y recoger un dardo clavado en el suelo, victoria para D. Pedro por Portugal, combate a pie donde vence Portugal, combate a caballo en el que los jinetes deben cortar un pepino en dos partes iguales, victoria para D. Pedro por Portugal. Para concluir los jinetes se enfrentan cara a cara con la lanza de manera que el primero que descabalgue al contrario gana. Victoria para “Galiza” pero el juez de liça decide descalificar a D. Olivier, dando la victoria en los juegos a Portugal, a partir de ahí se desata una batalla todos contra todos cortada por el Rey y reconducida a duelos individuales, D. Olivier contra D. Nuno y luego este contra D. Juan, ganados todos por Portugal, terminan los juegos de entrenamiento de caballeros y somos todos convocados por el juez a una batalla que tendrá lugar en el fortín templario donde los moros pretenden atacar el campamento.

Decidimos que es suficiente por ahora y que es mejor buscar un sitio para cenar a las 23:30h, no encontramos nada que esté abierto hasta que llegamos a la “Taverna da Ramada” preguntamos si tienen algo para cenar y en vez de enseñarnos el menú, el camarero se adentra en la cocina y aparece con un plato con una tortilla de bacalao, un filete de lomo y algo que parecían tripas de cerdo y varios tenedores para que probásemos y ver si era de nuestro agrado. Decidimos sentarnos allí y que nos sirviera bacalao, lomo y una fuente de arroz con tomate y cerveza. Es cierto que el servicio no fue de lo más profesional que nos hemos encontrado, pero por el contrario era sumamente atento y dispuesto. Terminamos con la comida y pedimos la sobremesa, que es así como llaman al postre, tal y como ocurrió al principio, en vez de traernos la carta apareció la camarera con un plato con una torrija de leche, otra de vino y una fuente con media tarta de almendras, comenzamos a probarlo todo y decidimos que nos dejara los tres postres enteros. Terminamos con cafés y carajillos de whisky porque no había coñac y decidimos retirarnos al hotel para afrontar el largo viaje del día siguiente.

Aprovechando que habíamos aparcado un vehículo en las proximidades el de Vanyón se prestó voluntario a hacer viajes hasta el hotel y así, en el primero, se llevó a todas las mujeres mientras nosotros comenzábamos el regreso a pie. A mitad de camino estaríamos cuando el de Vanyón, que ya había descargado en el hotel, se detuvo ante nosotros y montamos todos los hermanos apiñados en el vehículo, eso sí que fue aprovechar el viaje y no dos templarios en un caballo. Le agradecimos que hubiera vuelto a por nosotros no tanto por la distancia que nos restaba sino por la niebla meona que nos estaba empapando.

Amaneció el día de San Félix con una niebla cerradísima que no solo impedía ver el castillo, impedía ver la calle. Desayunamos y preparamos los equipajes en los coches para emprender el camino de regreso, nos despedimos de los Muñoz y nos echamos a la carretera.

El sol no hacia acto de presencia y con una agradable climatología llegamos a la frontera, aquí el fenómeno era el contrario, solo leer el cartel que decía España nos llevó una hora, empezamos a leerlo a las 11:00 y cuando lo terminamos eran las 12:00, continuamos viaje hasta las proximidades de Salamanca donde paramos a descansar y repostar y decidimos que pararíamos en Ávila a comer.


Llegamos a las cercanías de las murallas y aparcamos para buscar un sitio donde comer algo ligerito para continuar el viaje. El de Vanyón que conoce gente en todos los lugares telefoneó a una compañera y nos indicó un lugar donde comer, atravesamos la muralla y nos adentramos en el casco antiguo hasta la catedral, un ligero vistazo al interior y directamente a la plaza del Rastro donde en el Mesón del mismo nombre nos atendió una camarera muy seria con un carácter fuerte, un humor “diferente” y una eficiencia propia de quien lleva mucho tiempo en el oficio, allí asustados por la camarera nos dispusimos a degustar algo ligero, pedimos unas cervezas que nos acompañaron con unas raciones de patatas revolconas, para seguir, la opción fue unas ensaladas y unos chuletones con patatas, para concluir algo ligerito también de postre y para ello elegimos arroz con leche, unos cafés y a pasear para bajar un poco la comida.

El de Vanyón, el de Toroel y yo mismo, emprendimos viaje de regreso nada más llegar al coche, mientras que el Maestre, el de la Civera y las respectivas decidieron prolongar su estancia en Ávila algún tiempo más.

Llegamos a casa sin ningún contratiempo, de Luis Miguel Rocha nunca más se supo en este viaje y la sensación fue la de haber conocido una fiesta medieval con dos partes muy diferenciadas, la del visitante que en número de 700.000 acude a un parque temático y la de los participantes del otro lado del río que viven un viaje real al Medievo.