lunes, 22 de febrero de 2010

ERIC FRATTINI: Presentación del libro

Comienza el día de la presentación con un viaje a la vecina localidad de Cella donde después de comer con la alcaldesa y algunos concejales de ese municipio, Eric ha presidido un debate su obra y ha respondido a multitud de preguntas sobre diferentes temas e incluso ha explicado cuestiones relacionadas con su nuevo ensayo, para concluir con la firma de libros.


Entorno a las 7 de la tarde se ha desplazado hasta Teruel, concretamento hasta la Cámara de Comercio donde tendrá lugar el acto de presentación del ensayo titulado "Los Papas y el Sexo".



La mesa de presentación está compuesta por el Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Teruel, por el Maestre de nuestra Encomienda y por Eric Frattini.

Comienza el acto con las palabras del concejal sobre la vida y obra del autor que comienza a presentar su ensayo, al principio la intervención fue un poco espesa pero a medida que pasaba el tiempo la confianza del autor fue creciendo y fue sintiéndose más a gusto aumentando el interés del publico.






El acto terminó con la firma de ejemplares y a continuación nos desplazamos hasta un bar próximo donde degustamos unas riquísimas tapas acompañadas de vino o cervezas.

lunes, 1 de febrero de 2010

El Dia de la Conserva

Haciendo una incursión en esa nueva herramienta de la lingüística que es Wikipedia e intentando encontrar una definición exacta para este término, encuentro que ni siquiera allí está claro cuanto puede durar el “día de la conserva”.
Si lo llamáramos Día solar medio de la conserva, sería el lapso que emplea el Sol en culminar dos veces consecutivas en el meridiano del observador, según un promedio anual. Dura 24 horas, de 60 minutos, de 60 segundos, y dura, por tanto, lo cual equivale a 86.400 segundos.
Si lo llamáramos Día sideral de la conserva, sería el lapso entre dos tránsitos sucesivos del equinoccio medio o, de manera equivalente, es el lapso entre dos culminaciones sucesivas de una estrella en el meridiano local. Se puede obtener una aproximación suficientemente buena del valor del día sidéreo:1 día sidéreo = (8.765,8125 h/366,242189) = 23,9345 horas
Si aludiéramos como Día de la conserva de manera genérica, sería el lapso que va desde la salida del Sol a su ocaso. La refracción en la atmósfera terrestre motiva que se vea luz aún cuando el Sol no ha salido todavía: aurora, alba o crepúsculo matutino. Dicha difusión alarga el tiempo de luminosidad.
Medido desde el mediodía, el orto se caracteriza por un ángulo horario -H, donde:

cos (H) = -tan (L) * tan (D)

donde L es la latitud del lugar y D la declinación solar. El ocaso ocurre a un ángulo horario H.
El día dura 2H y la noche 24-2H .
La duración del día y la noche va cambiando en el transcurso del año, siendo de 12h (en todas las latitudes) en los equinoccios, de más de 12 horas en primavera y verano (alcanzando el día más largo en el solsticio de verano, donde también ocurre la noche más corta), y de menos de 12 horas en otoño e invierno (alcanzándose en el solsticio de invierno el día más corto y la noche más larga).
Este efecto se acentúa más cuando mayor es la latitud.

Y creo que después de esto, está claro. Lo sucedido este fin de semana no fue ni el día solar medio ni siquiera el sideral, lo ocurrido fue el día de la conserva de manera genérica con una duración que depende de tantos factores, (cosenos, tangentes, latitudes o declinaciones solares) que es difícil precisar su duración.
Comenzaba este “día de la conserva” el viernes habiendo pasado una hora desde vísperas, si que es cierto que algunos vinieron desde Madrid y “su día” comenzó entorno a la hora nona, la convocatoria se fue generando de manera espontánea en la Fonda del Tozal, local con … digamos “solera”, eso un local con solera de la ciudad de Teruel, allí se concentraron las primeras unidades de nuestro pelotón y a medida que crecía en número de “rubias” de la tropa enemiga de pie sobre la barra, iba aumentando el número de efectivos de nuestro grupo.

Presentaciones, besos a las damas y saludos a los caballeros era el ritual de cada nueva incorporación. Tras una visita a las dependencias de la fonda con el dueño por guía y habiendo pasado media hora desde completas decidimos dirigirnos hacia el restaurante donde debíamos recuperar las fuerzas pérdidas a lo largo del día.
El local elegido fue el restaurante Los Aljibes,

nos ubicaron en el sótano, podría pensarse que nos querían destinar a las mazmorras de “ese castillo” pero nada más lejos de la realidad pretendían agasajarnos en el santa santorum de la casa, un salón con el techo abovedado de ladrillo caravista y las paredes de piedra con una mesa en forma de “U”, o más concretamente la llamada “mesa de herradura”. En ella nos dispusimos caballeros a la izquierda de la presidencia y damas a la derecha.
Unos platitos de lomo embuchado y unas copas de vino tinto Azpilicueta adornaban la mesa a nuestra llegada y mientras aguardábamos a los rezagados sirvieron de alivio de la corta espera.
Canelones de bacalao, revuelto de morcilla con patata y pimientos y migas con huevo y naranja en rodajas, hicieron las veces de entrantes que compartimos como buenos hermanos aunque siempre hay quien “arrima el ascua a su sardina” y alarga su ración un poquito más de la cuenta, no pasaron de ahí los comentarios y tras las correspondiente alabanzas de los manjares pasamos a los segundos, solomillo, entrecot, ternasco de Aragón asado con patatas, confit de pato, lomos de bacalao con alioli gratinado o lubina rellena de setas eran los platos entre los que podíamos elegir, desde estas líneas agradecemos al maestre que nos concediera la libertad para decidir cual de estas opciones era más de nuestro agrado. De nuevo, sin poder elegir postres al centro para compartir, flan de café, trufas con nata, trocitos de pudding y tartaleta de frutas del bosque sobre crema pastelera, terminamos con aquellos dulces y padeciendo por no tener una lustrosa pieza de fruta pasamos a los cafés con sus correspondientes orujos.
Tras algunos bebidizos combinados de alcohol con refresco, algunas deserciones y mucha tertulia, la mayoría girando entorno a nuestra peregrinación a Tierra Santa, decidimos que era el momento de abandonar aquel restaurante y dirigirnos a otro donde continuar con nuestra agradable conversación.
Llegamos a uno pero dado lo avanzado de la noche, la música estaba más dirigida a jóvenes con ganas de bailar que a nuestras ganas de conversar y cambiamos de bar, llegamos a la que en pocos días se convertirá en la guarida de los almogávares, lo que se conoce como la Taberna Flanagan’s

seguimos con nuestros combinados y con nuestra tertulia y cuando ya pasaba más de hora desde laudes nos recogimos en nuestros aposentos.
Una hora antes de tercia este freire comenzó a cargar la cabalgadura que debía llevar toda la impedimenta hacia la bailía donde pasaríamos el día, un cuarto de hora pasada la hora tercia me puse en contacto con el maestre para acudir a sus dominios y cargar el resto de los útiles que necesitaríamos más tarde.

Una hora pasadas tercias llegábamos a nuestro destino donde dos hermanos nos esperaban con caras de haber descansado poco, nos liamos a montar la haima y menos que canta un gallo teníamos levantado el campamento, ya habían llegado casi todos los hermanos y era hora de almorzar.
Instalamos en la haima un calefactor de aire que empezó a calentar el interior para cuando tuvieramos que usar la haima el ambiente fuera agradable.
Mientras unos preparaban las mesas, otros cocinaban la panceta y las salchichas o freían los huevos, otros nos fuimos a por mesas y sillas para los cincuenta comensales que se esperaban. A nuestro regreso dos huevos fritos, una trufa negra del tamaño de una pelota de petanca y un rayador nos estaban esperando sobre la mesa. Cada uno rayaba a su gusto, unos más como El Bulli, mucho plato y poca trufa, otros como la masada del ”tío Paco”, los huevos tapados bajo "viruticas negras".
Media hora antes de sexta llegaron nuestros amigos de Madrid, las cocineras de la conserva ya habían empezado con la costilla, el lomo y la longaniza. Los madrileños vieron el proceso y rápidamente ¡¡¡a almorzar!!!, después acompañados de varios hermanos cicerones visitaron la Catedral de Teruel y algunos otros monumentos de la villa.
Mientras tanto, el resto de hermanos ayudábamos en lo que se nos requería, pelando patatas, haciendo la paella, montando mesas o pintando y reparando las haimas.

Llegó la hora nona y empezamos a ubicarnos dentro de la haima, e incluso fuera, porque tal era el número de comensales que algunos tuvimos que pagar nuestra penitencia comiendo a la intemperie. Desfilaron platos y platos de paella de pollo y conejo, patatas fritas con ajoaceite, conserva para catar y tarta de chocolote casera, a partir de ahí chupitos y combinados por doquier. Hicimos honor a nuestro druida y catamos la nueva cosecha de noccino 2009, del gradus tercius y del quintus, probamos también el Ponccino y un nuevo brebaje que carece de nombre por ahora pero que tras el éxito, sobretodo entre las beguinas, habrá que seguir produciendo y que exige por tanto su bautizo, quiero decir que hay que ponerle nombre, no que haya que echarle agua, porque la calidad era la adecuada.
Después de la charrada de los cafés los madrileños decidieron partir hacia tierras de Albarracín para visitar ese bello pueblo, el resto continuamos con nuestros quehaceres con la reconstrucción de las haimas y la limpieza de los bártulos de la conserva.
Las beguinas aprovecharon para desarrollar su reunión y después para ensayar los cánticos que interpretaran durante la próxima edición de las bodas.

Para concluir el día y cuando se acercaba la hora de completas preparamos unas ensaladas, y con las sobras de la comida degustamos una cena de lo más… de lo más… improvisada, ¡correcto!, una cena de los más improvisada. Gracias al calefactor de aire la temperatura en la haima era bastante agradable aunque cuando se conectaba la cantidad de calor inicial era por momentos agobiante, por lo que el calefactor estaba ora encendido, ora apagado. Y así pasamos la cena.
Después, como un ejército perfectamente organizado, nos pusimos a recoger los platos a desmontar la haima, a plegar mesas, a guardar hierros y telas y a dejar todo tal como lo habíamos encontrado a la llegada.

Este día tal largo concluyó con el intercambio de ropajes, resolución de dudas y copia de patrones para la impedimenta medieval de templarios y hospitalarios.

Llegando a maitines arribábamos a casa.

Había concluido ese larguísimo día de la conserva.