jueves, 15 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA (Día 4, Acre)

Día 4, Acre (Lunes, 29 de Marzo de 2010)
Día de traslado, dejamos Tiberiades y nos dirigimos a Jerusalem. Toca terminar de preparar las maletas para dejarlas en la puerta de la habitación y que “los duendes” las bajen al lobby del hotel. Desayunamos y cada uno comprueba que está su maleta y que cada maleta entra al autobús, una vez comprobado esto subimos al autobús, tenemos comprobado que nosotros y nuestro equipaje llevaremos el mismo destino. Iniciamos el ascenso desde la orilla del mar de Galilea atravesando la ciudad y parando frente a los “cuernos de Hittin” lugar donde Saladino arrasó a las tropas cruzadas en la batalla del mismo nombre, haciéndose con la Veracruz y llevándola a Damasco donde se pierde su pista.

Tristes por recordar aquellos ingratos episodios y porque la realidad nos había mostrado una pequeña colina en forma de silla de montar en lugar de un escarpado desfiladero, seguimos nuestro recorrido hasta Akko, Acre en español y bautizada como San Juan de Acre después de las cruzadas. El autobús nos dejó en un parking nuevo a las puertas de la ciudadela hospitalaria. Lo primero que hicimos fue visitar una tienda de souvenirs que nos ofrecía un 20% de descuento en todos los productos. Aprovechando que era el día de la pascua judía el guía tomó de una estantería un plato pascual llamado Keará con 6 huecos y nos explicó los ingredientes que se ponían en cada uno de ellos y su significado, pierna de pollo, huevo duro, hierbas amargas, pasta dulce, apio y lechuga amarga.

Salimos de la tienda y nos adentramos en la ciudadela, hicimos una parada en los jardines encantados mientras el guía sacaba las entradas y algunos visitaban los servicios. Allí estábamos cuando Eric se me acerca y cogiéndome por el hombro me dice, “si me llegáis a nombrar hospitalario aquí, me cago por las patas”, yo sonrío y omito cualquier comentario.


Accedemos al recinto amurallado deteniéndonos en el patio de entrada (1), allí el guía nos dio una pequeña explicación sobre la historia de Acre y de lo que íbamos a encontrar dentro, pasamos por debajo de arco y entramos en el hall de la edificación (2), prácticamente toda la ciudadela se encuentra actualmente en restauración y quedan patentes los trabajos en muchos de los elementos de la construcción, se oyen algunos comentarios sobre la calidad de la restauración y llegamos a la sala de los caballeros (3) una gran estancia porticada donde los caballeros vivían dormían y que incluso se utilizaba como hospital de peregrinos. Boquiabiertos por la emoción de la historia más que por la propia grandeza de la estancia pululábamos de un lado a otro haciendo un sinfín de fotografías. ¡Ha llegado el momento de llevar a cabo nuestro plan!, me dirijo a Domingo, le comentó lo que me había dicho Eric en los jardines y entre sonrisas le entrego un pergamino. El Maestre llama al turcopolier para que identifique al candidato y el resto nos ubicamos en círculo alrededor de la escena, como tantas otras veces hemos hecho pero envueltos de un sentimiento especial por lo particular del entorno.

El Maestre hace referencia a la pérdida del pergamino original de Eric en Teruel durante las Bodas de Isabel y se le entrega otro por el que se le nombra hermano de la Encomienda. Eric recibe el documento de manos del Maestre, inmortalizamos la escena con una foto de la encomienda y otra del beguinato y continuamos la visita.


He de reconocer que el momento me emocionó casi tanto como el abrazo que Eric me dio después, un abrazo de sorpresa, agradecimiento y emoción. Salíamos de la sala de los caballeros cuando Amado se dirige a mí y me dice “Podías haber preparado un pergamino para cada uno, ¡hubiera sido la leche!”, sonrisas y alguna broma por mi parte sobre el precio del certificado y lo que estaba dispuesto él a pagar por uno. En esas estábamos cuando salimos a un patio exterior (4) que nos llevaría al receptorio (5), una sala rectangular con tres columnas circulares en el centro, desde allí accedimos a unas escaleras que nos conducirían hasta el pasadizo subterráneo (6), en fila de a uno y con algún susto más de los deseables gracias a las bromas de alguno llegamos a la cripta (7). Terminamos nuestra visita a la ciudadela saliendo al bazar turco y de allí al casco antiguo de la ciudad. Caminando llegamos hasta el albergue de peregrinos llamado Khan el-Umdan, se trata de un edificio de planta cuadrada de dos pisos, el inferior mucho más alto para alojar caballerías y camellos y el superior más bajo únicamente para personas. La puerta principal cerrada con una reja presenta en el dintel el escudo del sultán que ordenó su construcción,

desde ella se observa el patio interior aporticado que servía de mercado para los productos llegados al puerto.


Damos un rodeo para entrar al patio por la puerta trasera y poder observar la torre del reloj con dos relojes uno que originariamente marcaba la hora local y otro la hora de Damasco y que dispone en su reloj interior simbología hebrea en lugar de numeración árabe.


Seguimos por las callejuelas y llegamos a la entrada del Túnel de los templarios que lleva desde diferentes puntos de la fortaleza hasta el puerto y que debía servir como elemento de huída.

No acabo de entender como una fortaleza hospitalaria tiene un túnel que es conocido como túnel de los templarios, pero así lo pone en los carteles.


Llegamos al puerto y aprovechamos para tomar un zumo de frutas recién exprimidas en un puesto ambulante, caminamos un poco y llegamos al autobús donde encontramos a Dudu esperándonos. Emprendemos viaje hacia la ciudad próxima de Haifa, que posee una importante industria petrolífera y química, la bordeamos en dirección al Monte Carmelo donde comeremos en una aldea drusa.


Llegamos al restaurante y nos repartimos en las mesas preparadas, nos sacan col, zanahoria, hummus, salsa de tomate, pimientos, pepinillos picantes y lechuga todo acompañado con pan de pita, a continuación nos sirven unas bandejas de arroz blanco con pollo y canela y más pan de pita. Para terminar nos sacan unos rollitos dulces de pistacho y café. Montamos en el autobús y salimos dirección sur hacia Tel-Aviv y una vez allí dirección este hacia Jerusalem. Llegamos al hotel entorno a las 5 de la tarde, la mayoría al Leonardo Hotel

y unos pocos al American Colony.
Recogemos las maletas, nos asignan las habitaciones, subimos a deshacer las maletas y quedamos para dar una vuelta por Jerusalem todos juntos. Nos acercamos a la cuidad vieja y entramos en ella por la puerta de Damasco,

nos encontramos con el zoco y como era de esperar la expedición de 33 se rompió en multitud de grupúsculos que deambularon por el zoco, unos visitaron la iglesia del Santo Sepulcro, otros el Muro de las Lamentaciones, otros compraron y otros simplemente pasearon. A las 8 estábamos convocados en el restaurante del hotel para cenar. Era la noche de la cena pascual judía y el restaurante estaba dividido en dos estancias una para la cena normal de los huéspedes del hotel y otra para aquellos que celebraban la pascua con todos los ritos que exige tal celebración. Allí estábamos cuando vimos aparecer en el restaurante a Sonia y Alberto que habían llegado por la tarde y no habían podido contactar con nadie de la expedición, saludos, abrazos, besos y sonrisas y por fin teníamos completo el grupo, ya éramos 35 Después de cenar pedimos a Eric consejo para ir a tomar una cerveza y nos indicó un bar llamado Buda, seguimos sus instrucciones y después de preguntar a unos viandantes nos dijeron que ese bar nunca había existido en Jerusalem, pero que cerca había otro en el que nos darían cerveza. Lo encontramos se llama Gossip y entramos, se trata de un bar palestino con paredes de piedra y tejado de planchas de policarbonato traslúcido disimuladas con celosías de jardín que permitían una ventilación muy adecuada del local, en una de sus paredes unas estanterías con no menos de 15 pipas de agua, azules, rojas o verdes dependiendo del tamaño

Rápidamente, el propietario se presta a montarnos una mesa larga para todos pero preferimos estar en la barra, se dirige a dos personas que fumaban allí y amablemente los reubica en otro lugar. Empezamos a dejar nuestras cervezas, cubatas y el plato con cacahuetes, pepinillos y tramusos con cardamomo en una mesa alta del centro del bar, el avispado camarero se percata de que esa mesa nos resulta pequeña y nos junta otra, empezamos a utilizar taburetes altos y rápidamente uno de los clientes se levanta para dejar su sitio a Charo que había quedado de pie. Abrumados por tanta amabilidad, salimos del bar con la certeza de que no será la última vez que lo visitemos.

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