jueves, 15 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA (Día 4, Acre)

Día 4, Acre (Lunes, 29 de Marzo de 2010)
Día de traslado, dejamos Tiberiades y nos dirigimos a Jerusalem. Toca terminar de preparar las maletas para dejarlas en la puerta de la habitación y que “los duendes” las bajen al lobby del hotel. Desayunamos y cada uno comprueba que está su maleta y que cada maleta entra al autobús, una vez comprobado esto subimos al autobús, tenemos comprobado que nosotros y nuestro equipaje llevaremos el mismo destino. Iniciamos el ascenso desde la orilla del mar de Galilea atravesando la ciudad y parando frente a los “cuernos de Hittin” lugar donde Saladino arrasó a las tropas cruzadas en la batalla del mismo nombre, haciéndose con la Veracruz y llevándola a Damasco donde se pierde su pista.

Tristes por recordar aquellos ingratos episodios y porque la realidad nos había mostrado una pequeña colina en forma de silla de montar en lugar de un escarpado desfiladero, seguimos nuestro recorrido hasta Akko, Acre en español y bautizada como San Juan de Acre después de las cruzadas. El autobús nos dejó en un parking nuevo a las puertas de la ciudadela hospitalaria. Lo primero que hicimos fue visitar una tienda de souvenirs que nos ofrecía un 20% de descuento en todos los productos. Aprovechando que era el día de la pascua judía el guía tomó de una estantería un plato pascual llamado Keará con 6 huecos y nos explicó los ingredientes que se ponían en cada uno de ellos y su significado, pierna de pollo, huevo duro, hierbas amargas, pasta dulce, apio y lechuga amarga.

Salimos de la tienda y nos adentramos en la ciudadela, hicimos una parada en los jardines encantados mientras el guía sacaba las entradas y algunos visitaban los servicios. Allí estábamos cuando Eric se me acerca y cogiéndome por el hombro me dice, “si me llegáis a nombrar hospitalario aquí, me cago por las patas”, yo sonrío y omito cualquier comentario.


Accedemos al recinto amurallado deteniéndonos en el patio de entrada (1), allí el guía nos dio una pequeña explicación sobre la historia de Acre y de lo que íbamos a encontrar dentro, pasamos por debajo de arco y entramos en el hall de la edificación (2), prácticamente toda la ciudadela se encuentra actualmente en restauración y quedan patentes los trabajos en muchos de los elementos de la construcción, se oyen algunos comentarios sobre la calidad de la restauración y llegamos a la sala de los caballeros (3) una gran estancia porticada donde los caballeros vivían dormían y que incluso se utilizaba como hospital de peregrinos. Boquiabiertos por la emoción de la historia más que por la propia grandeza de la estancia pululábamos de un lado a otro haciendo un sinfín de fotografías. ¡Ha llegado el momento de llevar a cabo nuestro plan!, me dirijo a Domingo, le comentó lo que me había dicho Eric en los jardines y entre sonrisas le entrego un pergamino. El Maestre llama al turcopolier para que identifique al candidato y el resto nos ubicamos en círculo alrededor de la escena, como tantas otras veces hemos hecho pero envueltos de un sentimiento especial por lo particular del entorno.

El Maestre hace referencia a la pérdida del pergamino original de Eric en Teruel durante las Bodas de Isabel y se le entrega otro por el que se le nombra hermano de la Encomienda. Eric recibe el documento de manos del Maestre, inmortalizamos la escena con una foto de la encomienda y otra del beguinato y continuamos la visita.


He de reconocer que el momento me emocionó casi tanto como el abrazo que Eric me dio después, un abrazo de sorpresa, agradecimiento y emoción. Salíamos de la sala de los caballeros cuando Amado se dirige a mí y me dice “Podías haber preparado un pergamino para cada uno, ¡hubiera sido la leche!”, sonrisas y alguna broma por mi parte sobre el precio del certificado y lo que estaba dispuesto él a pagar por uno. En esas estábamos cuando salimos a un patio exterior (4) que nos llevaría al receptorio (5), una sala rectangular con tres columnas circulares en el centro, desde allí accedimos a unas escaleras que nos conducirían hasta el pasadizo subterráneo (6), en fila de a uno y con algún susto más de los deseables gracias a las bromas de alguno llegamos a la cripta (7). Terminamos nuestra visita a la ciudadela saliendo al bazar turco y de allí al casco antiguo de la ciudad. Caminando llegamos hasta el albergue de peregrinos llamado Khan el-Umdan, se trata de un edificio de planta cuadrada de dos pisos, el inferior mucho más alto para alojar caballerías y camellos y el superior más bajo únicamente para personas. La puerta principal cerrada con una reja presenta en el dintel el escudo del sultán que ordenó su construcción,

desde ella se observa el patio interior aporticado que servía de mercado para los productos llegados al puerto.


Damos un rodeo para entrar al patio por la puerta trasera y poder observar la torre del reloj con dos relojes uno que originariamente marcaba la hora local y otro la hora de Damasco y que dispone en su reloj interior simbología hebrea en lugar de numeración árabe.


Seguimos por las callejuelas y llegamos a la entrada del Túnel de los templarios que lleva desde diferentes puntos de la fortaleza hasta el puerto y que debía servir como elemento de huída.

No acabo de entender como una fortaleza hospitalaria tiene un túnel que es conocido como túnel de los templarios, pero así lo pone en los carteles.


Llegamos al puerto y aprovechamos para tomar un zumo de frutas recién exprimidas en un puesto ambulante, caminamos un poco y llegamos al autobús donde encontramos a Dudu esperándonos. Emprendemos viaje hacia la ciudad próxima de Haifa, que posee una importante industria petrolífera y química, la bordeamos en dirección al Monte Carmelo donde comeremos en una aldea drusa.


Llegamos al restaurante y nos repartimos en las mesas preparadas, nos sacan col, zanahoria, hummus, salsa de tomate, pimientos, pepinillos picantes y lechuga todo acompañado con pan de pita, a continuación nos sirven unas bandejas de arroz blanco con pollo y canela y más pan de pita. Para terminar nos sacan unos rollitos dulces de pistacho y café. Montamos en el autobús y salimos dirección sur hacia Tel-Aviv y una vez allí dirección este hacia Jerusalem. Llegamos al hotel entorno a las 5 de la tarde, la mayoría al Leonardo Hotel

y unos pocos al American Colony.
Recogemos las maletas, nos asignan las habitaciones, subimos a deshacer las maletas y quedamos para dar una vuelta por Jerusalem todos juntos. Nos acercamos a la cuidad vieja y entramos en ella por la puerta de Damasco,

nos encontramos con el zoco y como era de esperar la expedición de 33 se rompió en multitud de grupúsculos que deambularon por el zoco, unos visitaron la iglesia del Santo Sepulcro, otros el Muro de las Lamentaciones, otros compraron y otros simplemente pasearon. A las 8 estábamos convocados en el restaurante del hotel para cenar. Era la noche de la cena pascual judía y el restaurante estaba dividido en dos estancias una para la cena normal de los huéspedes del hotel y otra para aquellos que celebraban la pascua con todos los ritos que exige tal celebración. Allí estábamos cuando vimos aparecer en el restaurante a Sonia y Alberto que habían llegado por la tarde y no habían podido contactar con nadie de la expedición, saludos, abrazos, besos y sonrisas y por fin teníamos completo el grupo, ya éramos 35 Después de cenar pedimos a Eric consejo para ir a tomar una cerveza y nos indicó un bar llamado Buda, seguimos sus instrucciones y después de preguntar a unos viandantes nos dijeron que ese bar nunca había existido en Jerusalem, pero que cerca había otro en el que nos darían cerveza. Lo encontramos se llama Gossip y entramos, se trata de un bar palestino con paredes de piedra y tejado de planchas de policarbonato traslúcido disimuladas con celosías de jardín que permitían una ventilación muy adecuada del local, en una de sus paredes unas estanterías con no menos de 15 pipas de agua, azules, rojas o verdes dependiendo del tamaño

Rápidamente, el propietario se presta a montarnos una mesa larga para todos pero preferimos estar en la barra, se dirige a dos personas que fumaban allí y amablemente los reubica en otro lugar. Empezamos a dejar nuestras cervezas, cubatas y el plato con cacahuetes, pepinillos y tramusos con cardamomo en una mesa alta del centro del bar, el avispado camarero se percata de que esa mesa nos resulta pequeña y nos junta otra, empezamos a utilizar taburetes altos y rápidamente uno de los clientes se levanta para dejar su sitio a Charo que había quedado de pie. Abrumados por tanta amabilidad, salimos del bar con la certeza de que no será la última vez que lo visitemos.

miércoles, 14 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA (Día 3, Golán, Qalat Nimrod)

Día 3, Golán, Qalat Nimrod (Domingo, 28 de Marzo de 2010)

Comenzamos un poco más tarde que el día anterior ya que la hora de partida eran las 8:30h, el guía dijo que era porque el día anterior nos habíamos portado bien, yo creo que pretendía evitar otro retraso.
El mismo ritual del día anterior y en el desayuno una novedad, leche caliente, ya no era Shabbat y se podía calentar, fruta, huevos, salchichas y pan ácimo matzá.
Embarcamos en el autobús y nos dirigimos hacia el norte, pretendemos visitar las “alturas” del Golan y la tierra conquistada por Israel a Siria en la guerra de los 6 días. Durante todo el recorrido por esa zona nos acompañan unos carteles amarillos con un emblema en rojo colocados en la valla que discurre paralela a la carrera, se trata de una advertencia de la existencia de minas en el monte.

Ascendemos hasta un mirador desde el que se puede observar la demolida ciudad Siria de Kuneitra y también la franja de tierra de nadie gestionada por soldados de la ONU que separa ambos países.

En ese mirador se encuentran dos drusos, uno de ellos el más joven nos ofrece una bebida típica drusa que parece leche merengada llamada shajalab, hecha a base de leche, pistachos, canela, grosella, etc, el de mayor edad, vestido de negro con un pantalón con el tiro muy bajo, bigote, cabeza rapada y un turbante blanco, indumentaria propia de los religiosos drusos, nos vende frutos secos y dulces típicos drusos.
Reemprendemos la marcha atravesando varios cuarteles del ejército israelí hasta que ascendemos al parque arqueológico de Bental donde visitaremos un bunker sirio que fue conquistado y convertido en israelí y que ahora está siendo utilizado para explotación turística.



Entramos por los túneles, trincheras e incluso los puestos de artillería del bunker y aprovechamos para tomar un café ya que la temperatura a esa altitud era bastante baja.
Abandonamos el parque de Bental y comenzamos a descender hasta el parque natural de Banias, pronunciación árabe de Panias, santuario del dios Pan, y donde se encuentra la cascada del río Hermon que junto con el río Dan desembocarán en el río Jordán.

Hacemos un paseo por el parque hasta que llegamos a la base de la cascada, después de diferentes fotos regresamos al autobús para continuar nuestra marcha hasta el kibbutz hagoshrim donde comeríamos. Llegamos al kibbutz y cuando teníamos la comida a la vista, Eric soliviantado hace venir al responsable para preguntar por qué no comeremos en el salón que él había reservado, aparece una señora regordeta que le da las correspondientes explicaciones que no le convencen pero que tiene que aceptar, nos aposentamos en otro comedor próximo a las bandejas de comida del buffet, comenzamos a desfilar a por diferentes platos.
Concluimos con un café en la barra y rápidamente al autobús para partir hacia la fortaleza de Qalat Minrod. Ascendemos desde el valle hasta la cima de la montaña donde se ubica la fortaleza a unos 800 metros sobre el nivel del mar.


En la puerta de entrada que vigila el valle del jordán y con los altos del golán al frente, observamos la aguja, puerta pequeña para paso de personal a pie, la sabbala, pequeña fuentecilla ubicada en el exterior del castillo para aplacar la sed de aquel que encontrará la puerta cerrada y la estrecha ranura entre los arcos de la entrada donde se alojaba el rastrillo.
Accedemos al interior de la fortaleza, se trata de un edificio escasamente restaurado, tan solo se han retirado escombros y se han colocado barandillas haciendo relativamente segura la visita por libre. Paseamos por todos los rincones del castillo, visitamos los aljibes labrados en la piedra descendiendo por una escalera de piedra, el gran torreón que podría utilizarse como calabozo y como punto de vigilancia de la parte posterior, hacia el Monte Hermon, descendimos por dos estrechas y oscuras escaleras de caracol que nos llevaron hasta dos puntos de observación y defensivos en pisos diferentes dentro de los torreones. Observamos una monumental inscripción en árabe labrada en piedra. Entramos en la capilla, una sala de planta octogonal con una gran columna en el centro. Visitamos varias salas abovedadas con arco cruzado que nos hacían sentirnos verdaderos caballeros medievales defendiendo esa posición frente al infiel. Y para terminar recorrimos el pasadizo secreto, una gran escalera de caracol que llevaba a la parte exterior de la muralla y que debía servir como escapatoria en caso de asalto.

Terminada esta visita volvimos al autobús y regresamos a Tiberiades.

El autobús cambió el itinerario de entrada a la ciudad abandonando las calles habituales y adentrándose en el barrio judío ultraortodoxo, fachadas bastante descuidadas y camisas blancas y pantalones negros tendidos en muchas ventanas. En autobús se detiene en una nave industrial con el mismo aspecto desaliñado, tejado de fibrocemento bastante destartalado y desconchones en las fachadas, descendemos del autobús para visitar la joyería Caprice,

un centro importante de tallado y pulido de diamantes, nos recibe Herb, de aspecto alemán aunque hablando un perfecto español, nos explica el proceso de extracción del diamante y las diferentes formas de tallado y pasamos a ver un video explicativo de todo el proceso, concluido éste pasamos a la sala de exposición donde se muestran todas las piezas a la venta e incluso se puede observar a varios trabajadores engarzando un anillo o tallando alguna piedra.
Las señoras “degustaron” aquellas vistas, y una vez terminada la visita y como quiera que el hotel estaba relativamente cerca algunos miembros de la expedición decidimos ir a pie aprovechando para ver algunos escaparates o tomar algunas cervezas, el resto en autobús hasta el hotel. Cuando pasábamos cerca del Bar Big Ben, el camarero nos hace señales al grito de "Macabee" para que nos sentáramos en la terraza, accedemos a la Macabee pero preferimos en la barra dentro del bar, habían cambiado a la camarera, la "rusa" había dejado paso a una morena de aspecto más mediterráneo y mucho más simpática que nos sirvió las cervezas y rápidamente pinchó unas piezas en español, acabadas las cervezas frías decidimos volver al hotel para cenar.

Después de cenar, salimos a pasear por un mercadillo próximo al hotel, algunos volvieron a The Scots y otros regresamos al Big Ben a por otras Maccabee y a escuchar más música en español.

lunes, 12 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA (Día 2, Galilea)

Día 2, Galilea (Sábado, 27 de Marzo de 2010)

Amanecía el día a las 6:45, para ser exactos a esa hora nos levantamos ya que es sol tardó unos 10 minutos en aparecer por encima del Mar de Galilea, ducha y aseo para bajar a desayunar entorno a las 7:15, ensaladas, dulces y huevos en sus distintas versiones acompañados de un pan ácimo plano en forma cuadrada llamado matzá que se comerá durante toda la pascua.

A las 8:00 casi todos en el autobús, primer día y primeros retrasos, quince minutos más tarde poníamos rumbo al sur para llegar al castillo hospitalario de Belvoir, en hebreo Kokhav HaYarden, estrella del Jordán.

Paseamos por sus patios, atravesamos sus arcos, nos metimos en el aljibe donde algún gracioso cerró la verja de la entrada y colocó la cadena atrancándola en las piedras dando la sensación de que por error nos había encerrado allí, ya fuera de la cisterna visitamos las cocinas, y el resto de las dependencias e incluso bajamos al foso por un estrecho pasadizo escalonado.

Concluida la visita al castillo pusimos rumbo hacia el parque arqueológico de Bet Shean, llamada también Decapolis,

donde pudimos observar los restos de una ciudad romana, su cardo o calle principal donde se desarrollaba toda la actividad comercial de la ciudad, los baños públicos, con sus tres salas fría, templada y cálida donde observamos el sistema de calefacción utilizado y unos dibujos donde se explicaban las actividades a realizar dentro de ese edificio. Continuamos el paseo observando los efectos del terremoto que destruyó la mayoría de las construcciones percatándonos de que todas las columnas y arcos habían caído en la misma posición y con el mismo ángulo respecto su ubicación original, llegamos hasta las letrinas públicas, una gran sala con piedras que sobresalen de las paredes donde encajar las posaderas y una canal de agua corriente por debajo para trasportar los residuos hasta un depósito. Cerca de éstas, se encuentra el teatro con dos andanadas de asientos y capacidad para unas trescientas personas, el escenario dispone de un foso para la desaparición y/o aparición de los actores durante la obra. Gerardo se sube hasta la última fila de la primera andanada para comprobar la sonoridad y colocándonos cuatro de nosotros encima del escenario comenzamos con frases sueltas de uno de nuestros capítulos, “que no quiero que pienses que…” “que piense ¿qué?” “¿Quién sois vos para interrumpir el capítulo?” “solo un necio o un insensato no percibiría…” “Hermano ingresar en la orden es causa de rigores ...” . Entre risas y aplausos de los espectadores salimos del teatro.


Para concluir café solo o coca-cola, recuerdo que estamos en Sabbath y en Pesaj, no leche caliente, no cerveza.
Montados en el autobús era el momento de dar cuenta de aquellos bocatas que preparamos en Barajas y de las bandejas de embutido que nos habían sobrado.
Llegamos hasta el kibbutz de Ein Gev en las orillas del Mar de Galilea para surcar sus aguas a bordo de un barco, que si no fuera porque iba a motor podría ser el mismo que usaron los discípulos de Jesús para pescar.

Tras la navegación, comida del típico pez de San Pedro acompañado de col, zanahoria, pimiento, lechuga, salsa de tomate picante y hummus. Helado de fresa para concluir y café solo.
Seguimos bordeando el mar de galilea para llegar a la ciudad de Capernaum, cuidad en la que vivió Jesús y que en la actualidad está administrada por los padres franciscanos, visitamos la sinagoga en la que predicó Jesús, vimos los restos de las casas de piedra de la aldea y la casa de la suegra de Pedro, sobre la que se encuentra la iglesia de los franciscanos a través de cuyo suelo de cristal se aprecia “la ínsula”.

Regreso al hotel para la cena.
Después de cenar y considerando que ya se veían más de tres estrellas, habíamos cambiado de día, el Sabbath había concluido, eran las 11 de la noche y los comercios empezaban a abrir, levantaban persianas y sacaban muestrarios a la calle.
Encontramos un bar, llamado Big Ben,



con una joven camarera de aspecto ruso y fría y distante como si lo fuera, que nos servía cerveza y allí nos aposentamos a degustar varias Maccabee, hubo quien, sin sospechar la falta de cultura cervecil de aquella joven, la pidió con limón, y la jovén se fue para la cocina y sacó un platito de café con media docenita de rodajas de limón perfectamente dispuestas en forma de abanico. Risas por doquier y al final macabee cual coronita.

domingo, 11 de abril de 2010

VIAJE A TIERRA SANTA (Día 1, Tiberiades)

Esta es la crónica de lo que yo viví de todo lo que sucedió en el viaje a Tierra Santa. Podrían existir otras 34 versiones del mismo viaje, tantas como personas lo disfrutamos e incluso algunas estarían, con total seguridad, mejor documentadas porque, no en vano, hubo gente que tomó muchas notas durante todo el viaje, pero a mí me gusta más tirar de recuerdos y contar así mi versión.

Día 1 TIBERIADES (Viernes, 26 de Marzo de 2010)

Faltaban 10 minutos para las tres de la mañana del viernes 26 de marzo cuando llegábamos al lugar de convocatoria desde el que debería partir nuestro autobús, poco a poco fueron arribando el resto de los integrantes de la expedición hasta que completamos el número de 22.
Entre saludos, risas, bromas y bostezos, unos por la trasnochada y otros por el madrugón, fuimos alojando nuestro equipaje en la bodega del autobús y acomodando nuestros somnolientos cuerpos en las butacas.
Pasaban unos 15 minutos de las tres cuando comenzamos el viaje desde Teruel que nos llevaría al aeropuerto de Madrid.
Sobre las 6 y media de la mañana llegábamos a la puerta de la T4 en Barajas.
Recogimos nuestro equipaje del autobús y nos dirigimos a la fila que nos debería llevar al mostrador de facturación, en ella se nos incorporaron Gerardo y Mª José, que venían desde Zaragoza.
Ya en los mostradores de facturación, lo típico, un bulto que pesa más de lo permitido y hay que desmontarlo para repartirlo en otros, esto no lo facturo que lo llevo en la mano o esto no lo vamos a pasar que es para almorzar ahora. El azafato del mostrador nos comenta que hemos tenido mucha suerte por conseguir billetes para todos porque hay 6 personas en overbooking, nos comenta el recorrido y los pasos a seguir hasta embarcar.
Tras facturar y para hacer tiempo, parada técnica para ir al baño y desayunar, mistela con pastas, bueno, para ser exactos moscatel con cruasanes.
De allí a pasar por el control de seguridad, tras una serpenteante cola nos dan bandejitas de diferentes colores en las que había que depositar bolsos, mochilas y demás objetos metálicos para pasar por el scanner; sin cinturón, sin reloj, sin móvil, sin monedas y algunos sin zapatos a pasar por el arco detector, la mayoría pasamos sin problemas, uno, Amado, elegido al azar fue cacheado y otro, Pepe, que llevaba el almuerzo, fue mirado con envidia por el guardia cuando vio el jamón y el queso en la pantalla.
Varias vueltas de escaleras mecánicas, en vez de tomar el ascensor como ha dicho el azafato, hasta llegar al tren que nos llevaría a la T4S, control de pasaportes y a esperar a que nos asignaran puerta para el embarque.
Para hacer la espera más amena, sacamos el pan, el jamón, el queso y el chorizo y nos dispusimos a almorzar. Después de “ponernos hasta las trancas” todavía nos quedaba material para repartir a unos desconocidos pasajeros, que también viajaban a Israel, e incluso para preparar unos bocatas que guardaremos para mejor ocasión.
Aparece en los paneles nuestra puerta de embarque S26, y la hora de embarque 9:45, allá que fuimos y nos encontramos con el resto de la expedición, ya éramos 33, todavía faltaban Alberto y Sonia que se incorporarían el lunes.
Llaman a embarque a las últimas filas y allá que vamos, atravesamos la manga y cuando llegamos al avión observamos por una rendija a nuestra izquierda al piloto manipular un aparato electrónico con un tenedor, mala espina nos dio, pero esa pequeñez no podía arruinar un viaje de un año de preparación, ya no era posible la marcha atrás así que allá que fuimos, se trataba de un Airbus A-319 con dos filas de tres asientos,

nos ubicamos en nuestros asientos desperdigados por todo el avión. Ángel consigue entrar en su asiento encajado entre las dos filas y la ventanilla, a su lado Visi y al lado de ésta asiento libre, entra gente y el asiento no se ocupa, todos sabemos que al final llegará su ocupante, porque ya nos han dicho que hay overbooking y por tanto el avión irá lleno, vemos acercarse un joven con una desaliñada melena pelirroja, barba y bermudas que apenas cabía por el pasillo, calculo que 1’70 de altura y unos 140 kilos de peso, se para frente a la fila de Visi, sonríe de mala gana y se encaja en su asiento aplastándola literalmente contra Ángel, con las consiguientes risotadas del resto de la expedición.
Despegamos, saludos del comandante anunciando la duración del vuelo, la hora de llegada y el tiempo en Tel-Aviv, una vez alcanzada la altitud y velocidad de crucero, las azafatas reparten el almuerzo, una bandejita con una tarjetita en varios idiomas advirtiendo de que aquella comida no contenía carne de cerdo y varios recipientes uno de ensalada, otro de pechuga y un tercero con cake para el postre, refrescos, agua o vino y para concluir café o té. Los más listos algunos cubatas para pasar el rato. Tal era el desmadre en el avión que después de varias advertencias por parte de las azafatas, bastante secas por cierto, el piloto tuvo que solicitar por megafonía que nos sentáramos y nos abrocháramos el cinturón porque había turbulencias, turbulencias que, realmente, nunca llegaron.
Sobre las 16:40, hora local, llegábamos al aeropuerto internacional de Ben Gurion en Tel-Aviv,


Sellado de pasaportes, recogida de equipajes y reunión de toda la expedición para salir de la zona de llegadas donde una señorita nos esperaba con un cartel que identificaba nuestro viaje, todos con ella salimos hacía el autobús donde nos esperaban Dudu el conductor y Ricky el guía.
Presentaciones y salida hacia Tiberiades, una de las cuatro ciudades santas del judaísmo junto con Jerusalem, Hebrón y Safed.
Por el camino primeras explicaciones de las características del país, de la comida, de los comportamientos particulares en determinados lugares y entrega de la documentación del viaje y de una gorrita blanca y azul que debería identificarnos como grupo, gorrita que fue escasamente utilizada por alguno de los miembros del grupo y nada por la mayoría.
Llegábamos a Tiberiades, a unos 200 metros bajo el nivel del mar, concretamente al hotel Sheraton, ahora llamado Leonardo Plaza Hotel,

cuando ya habían salido más de tres estrellas, símbolo que los judíos utilizan para el cambio de día y por tanto acababa de empezar el Sabbath y por si fuera poco estábamos en el Pesaj (la pascua judía), nos repartieron las habitaciones, e inmediatamente a cenar. Entre otras particularidades durante el Sabbath, los judíos no pueden tocar nada que suponga creación y por ello en los hoteles existe un ascensor, perfectamente identificado, que está continuamente de arriba para abajo y que sin pulsar ningún botón se detiene en todos los pisos.


Otra particularidad del Sabbath es que no puede haber leche y carne en la misma comida, y en el pesaj no se puede consumir nada que haya fermentado, pan, cerveza, yogur o queso, con estas limitaciones ensaladas de varios tipos, hummus, puré de garbanzos típico de esta zona y que nos acompañaría en todas las comidas y carne de pollo o ternera con patatas asadas o fritas, fruta y pasteles no fermentados, café y té sin leche
Después de cenar y de deshacer las maletas quedamos en el lobby del hotel, muchos de nosotros pasamos por recepción para realizar el cambio de moneda, realmente no era necesario ya que en todos los lugares aceptan euros y dólares aunque la devolución, por norma general, siempre se hace en Shekel, pero como no está de más llevar moneda local decido entregar 20 € para recibir 93,14 חש (nis abreviatura de New Israel Sheckel), después de eso visita a un hotel próximo The Scots,

construido por los escoceses reconstruyendo las casonas coloniales de la época, después de un ligero paseo por sus jardines nos pudimos tomar una cerveza, ron o whisky, y curiosamente aquí no pudimos pagar con euros y tuvimos que hacerlo con la tarjeta de crédito.

lunes, 22 de febrero de 2010

ERIC FRATTINI: Presentación del libro

Comienza el día de la presentación con un viaje a la vecina localidad de Cella donde después de comer con la alcaldesa y algunos concejales de ese municipio, Eric ha presidido un debate su obra y ha respondido a multitud de preguntas sobre diferentes temas e incluso ha explicado cuestiones relacionadas con su nuevo ensayo, para concluir con la firma de libros.


Entorno a las 7 de la tarde se ha desplazado hasta Teruel, concretamento hasta la Cámara de Comercio donde tendrá lugar el acto de presentación del ensayo titulado "Los Papas y el Sexo".



La mesa de presentación está compuesta por el Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Teruel, por el Maestre de nuestra Encomienda y por Eric Frattini.

Comienza el acto con las palabras del concejal sobre la vida y obra del autor que comienza a presentar su ensayo, al principio la intervención fue un poco espesa pero a medida que pasaba el tiempo la confianza del autor fue creciendo y fue sintiéndose más a gusto aumentando el interés del publico.






El acto terminó con la firma de ejemplares y a continuación nos desplazamos hasta un bar próximo donde degustamos unas riquísimas tapas acompañadas de vino o cervezas.

lunes, 1 de febrero de 2010

El Dia de la Conserva

Haciendo una incursión en esa nueva herramienta de la lingüística que es Wikipedia e intentando encontrar una definición exacta para este término, encuentro que ni siquiera allí está claro cuanto puede durar el “día de la conserva”.
Si lo llamáramos Día solar medio de la conserva, sería el lapso que emplea el Sol en culminar dos veces consecutivas en el meridiano del observador, según un promedio anual. Dura 24 horas, de 60 minutos, de 60 segundos, y dura, por tanto, lo cual equivale a 86.400 segundos.
Si lo llamáramos Día sideral de la conserva, sería el lapso entre dos tránsitos sucesivos del equinoccio medio o, de manera equivalente, es el lapso entre dos culminaciones sucesivas de una estrella en el meridiano local. Se puede obtener una aproximación suficientemente buena del valor del día sidéreo:1 día sidéreo = (8.765,8125 h/366,242189) = 23,9345 horas
Si aludiéramos como Día de la conserva de manera genérica, sería el lapso que va desde la salida del Sol a su ocaso. La refracción en la atmósfera terrestre motiva que se vea luz aún cuando el Sol no ha salido todavía: aurora, alba o crepúsculo matutino. Dicha difusión alarga el tiempo de luminosidad.
Medido desde el mediodía, el orto se caracteriza por un ángulo horario -H, donde:

cos (H) = -tan (L) * tan (D)

donde L es la latitud del lugar y D la declinación solar. El ocaso ocurre a un ángulo horario H.
El día dura 2H y la noche 24-2H .
La duración del día y la noche va cambiando en el transcurso del año, siendo de 12h (en todas las latitudes) en los equinoccios, de más de 12 horas en primavera y verano (alcanzando el día más largo en el solsticio de verano, donde también ocurre la noche más corta), y de menos de 12 horas en otoño e invierno (alcanzándose en el solsticio de invierno el día más corto y la noche más larga).
Este efecto se acentúa más cuando mayor es la latitud.

Y creo que después de esto, está claro. Lo sucedido este fin de semana no fue ni el día solar medio ni siquiera el sideral, lo ocurrido fue el día de la conserva de manera genérica con una duración que depende de tantos factores, (cosenos, tangentes, latitudes o declinaciones solares) que es difícil precisar su duración.
Comenzaba este “día de la conserva” el viernes habiendo pasado una hora desde vísperas, si que es cierto que algunos vinieron desde Madrid y “su día” comenzó entorno a la hora nona, la convocatoria se fue generando de manera espontánea en la Fonda del Tozal, local con … digamos “solera”, eso un local con solera de la ciudad de Teruel, allí se concentraron las primeras unidades de nuestro pelotón y a medida que crecía en número de “rubias” de la tropa enemiga de pie sobre la barra, iba aumentando el número de efectivos de nuestro grupo.

Presentaciones, besos a las damas y saludos a los caballeros era el ritual de cada nueva incorporación. Tras una visita a las dependencias de la fonda con el dueño por guía y habiendo pasado media hora desde completas decidimos dirigirnos hacia el restaurante donde debíamos recuperar las fuerzas pérdidas a lo largo del día.
El local elegido fue el restaurante Los Aljibes,

nos ubicaron en el sótano, podría pensarse que nos querían destinar a las mazmorras de “ese castillo” pero nada más lejos de la realidad pretendían agasajarnos en el santa santorum de la casa, un salón con el techo abovedado de ladrillo caravista y las paredes de piedra con una mesa en forma de “U”, o más concretamente la llamada “mesa de herradura”. En ella nos dispusimos caballeros a la izquierda de la presidencia y damas a la derecha.
Unos platitos de lomo embuchado y unas copas de vino tinto Azpilicueta adornaban la mesa a nuestra llegada y mientras aguardábamos a los rezagados sirvieron de alivio de la corta espera.
Canelones de bacalao, revuelto de morcilla con patata y pimientos y migas con huevo y naranja en rodajas, hicieron las veces de entrantes que compartimos como buenos hermanos aunque siempre hay quien “arrima el ascua a su sardina” y alarga su ración un poquito más de la cuenta, no pasaron de ahí los comentarios y tras las correspondiente alabanzas de los manjares pasamos a los segundos, solomillo, entrecot, ternasco de Aragón asado con patatas, confit de pato, lomos de bacalao con alioli gratinado o lubina rellena de setas eran los platos entre los que podíamos elegir, desde estas líneas agradecemos al maestre que nos concediera la libertad para decidir cual de estas opciones era más de nuestro agrado. De nuevo, sin poder elegir postres al centro para compartir, flan de café, trufas con nata, trocitos de pudding y tartaleta de frutas del bosque sobre crema pastelera, terminamos con aquellos dulces y padeciendo por no tener una lustrosa pieza de fruta pasamos a los cafés con sus correspondientes orujos.
Tras algunos bebidizos combinados de alcohol con refresco, algunas deserciones y mucha tertulia, la mayoría girando entorno a nuestra peregrinación a Tierra Santa, decidimos que era el momento de abandonar aquel restaurante y dirigirnos a otro donde continuar con nuestra agradable conversación.
Llegamos a uno pero dado lo avanzado de la noche, la música estaba más dirigida a jóvenes con ganas de bailar que a nuestras ganas de conversar y cambiamos de bar, llegamos a la que en pocos días se convertirá en la guarida de los almogávares, lo que se conoce como la Taberna Flanagan’s

seguimos con nuestros combinados y con nuestra tertulia y cuando ya pasaba más de hora desde laudes nos recogimos en nuestros aposentos.
Una hora antes de tercia este freire comenzó a cargar la cabalgadura que debía llevar toda la impedimenta hacia la bailía donde pasaríamos el día, un cuarto de hora pasada la hora tercia me puse en contacto con el maestre para acudir a sus dominios y cargar el resto de los útiles que necesitaríamos más tarde.

Una hora pasadas tercias llegábamos a nuestro destino donde dos hermanos nos esperaban con caras de haber descansado poco, nos liamos a montar la haima y menos que canta un gallo teníamos levantado el campamento, ya habían llegado casi todos los hermanos y era hora de almorzar.
Instalamos en la haima un calefactor de aire que empezó a calentar el interior para cuando tuvieramos que usar la haima el ambiente fuera agradable.
Mientras unos preparaban las mesas, otros cocinaban la panceta y las salchichas o freían los huevos, otros nos fuimos a por mesas y sillas para los cincuenta comensales que se esperaban. A nuestro regreso dos huevos fritos, una trufa negra del tamaño de una pelota de petanca y un rayador nos estaban esperando sobre la mesa. Cada uno rayaba a su gusto, unos más como El Bulli, mucho plato y poca trufa, otros como la masada del ”tío Paco”, los huevos tapados bajo "viruticas negras".
Media hora antes de sexta llegaron nuestros amigos de Madrid, las cocineras de la conserva ya habían empezado con la costilla, el lomo y la longaniza. Los madrileños vieron el proceso y rápidamente ¡¡¡a almorzar!!!, después acompañados de varios hermanos cicerones visitaron la Catedral de Teruel y algunos otros monumentos de la villa.
Mientras tanto, el resto de hermanos ayudábamos en lo que se nos requería, pelando patatas, haciendo la paella, montando mesas o pintando y reparando las haimas.

Llegó la hora nona y empezamos a ubicarnos dentro de la haima, e incluso fuera, porque tal era el número de comensales que algunos tuvimos que pagar nuestra penitencia comiendo a la intemperie. Desfilaron platos y platos de paella de pollo y conejo, patatas fritas con ajoaceite, conserva para catar y tarta de chocolote casera, a partir de ahí chupitos y combinados por doquier. Hicimos honor a nuestro druida y catamos la nueva cosecha de noccino 2009, del gradus tercius y del quintus, probamos también el Ponccino y un nuevo brebaje que carece de nombre por ahora pero que tras el éxito, sobretodo entre las beguinas, habrá que seguir produciendo y que exige por tanto su bautizo, quiero decir que hay que ponerle nombre, no que haya que echarle agua, porque la calidad era la adecuada.
Después de la charrada de los cafés los madrileños decidieron partir hacia tierras de Albarracín para visitar ese bello pueblo, el resto continuamos con nuestros quehaceres con la reconstrucción de las haimas y la limpieza de los bártulos de la conserva.
Las beguinas aprovecharon para desarrollar su reunión y después para ensayar los cánticos que interpretaran durante la próxima edición de las bodas.

Para concluir el día y cuando se acercaba la hora de completas preparamos unas ensaladas, y con las sobras de la comida degustamos una cena de lo más… de lo más… improvisada, ¡correcto!, una cena de los más improvisada. Gracias al calefactor de aire la temperatura en la haima era bastante agradable aunque cuando se conectaba la cantidad de calor inicial era por momentos agobiante, por lo que el calefactor estaba ora encendido, ora apagado. Y así pasamos la cena.
Después, como un ejército perfectamente organizado, nos pusimos a recoger los platos a desmontar la haima, a plegar mesas, a guardar hierros y telas y a dejar todo tal como lo habíamos encontrado a la llegada.

Este día tal largo concluyó con el intercambio de ropajes, resolución de dudas y copia de patrones para la impedimenta medieval de templarios y hospitalarios.

Llegando a maitines arribábamos a casa.

Había concluido ese larguísimo día de la conserva.

lunes, 16 de noviembre de 2009

IV Nit Templaria de Castellón

Igual que otros años, nuestra asociación fue invitada a participar en la IV Noche Templaria de Castellón, organizada por los Caballeros Templarios de la mencionada localidad.

Accedimos gustosos y unos cuantos de nosotros decidimos asistir a ese evento y así lo comunicamos a la organización.

Llegó el momento de concretar la expedición y un total de 7 nos dispusimos a partir hacia tierras de levante.

Tomamos 2 cabalgaduras y nos repartimos en ellas, cuatro en la primera y tres en la segunda.
La primera arribaba a Castellón entorno a las 2 del mediodía, hora perfecta para degustar algún tipo de arroz, así que nuestro Freire Pepe echó mano a su móvil y tras unos minutos de conversación con un amigo nos indicó el lugar donde podíamos recuperar las fuerzas perdidas en el viaje.
Seguimos las indicaciones del amigo de Pepe y nos adentramos en el Restaurante Mediterráneo del Grao de Castellón, he de confesar que en un principio su aspecto exterior no me hacía presagiar nada bueno y así lo manifesté, pero mi observación fue, afurtanadamente, desoida por el resto.




Entramos en el local y nos recibió un atento joven que nos ubicó en una mesa perfectamente camuflada tras una estantería en las que se podían observar numerosos recipientes de cristal llenos de corchos de botellas de diferentes vinos.
Enseguida pedimos unas cervezas y nos trajeron la carta, al poco llegó el que hacía las funciones de maitre y se presentó y mientras nos daba la mano a cada uno de los cuatro nos dijó,
- Buenas tardes, soy Antonio, uno de los tres hermanos que dirigen este local, ese de ahí es Victor, otro de los hermanos y aquel Sergio, el tercero, aquella de allí es mi madre, la cocinera, y la otra mi cuñada.
LLevábamos dos minutos en el restaurante, todavía no teníamos las cañas y ya conocíamos a la familia y a Antonio como si fuéramos íntimos amigos. ¡Buena señal!
- ¿qué van a tomar los señores? nos pregunta Antonio manteniendo las distancias de un profesional aunque empezando a mostrar una agradable complicidad
- Algún arroz, respondemos
Es cierto que no era una contestación muy precisa, y eso obligó a Antonio a toda una disertación de nombres en valenciano seguidos de la explicación de la composición y de la elaboración de cada uno de los platos, por fin llegó al arroz a banda, especialidad de la casa. Y yo no sé si por no seguir acumulando datos sobre arroces caldosos, melosos, socarrats, en paella, etc. etc. etc. o porque realmente aquel "a banda" tenía buena pinta, fue el que elegimos. En cualquier otro lugar el maitre se va a pasar la comanda a la cocina y nosotros seguimos con nuestras cañas que ya estaban sobre la mesa. En el Restaurante Mediterráneo, la cosa no iba a ser tan sencilla, Antonio nos organizó la próxima hora y media,
- El arroz tarda unos cuarenta minutos por lo que creo que sería interesante algo para picar mientras tanto, ¿que les apetece?, nos pregunta
- Lo que quieras, contestamos
- Les podría servir unos dátiles de mar, unos chipirones, …
- Antonio, ponnos lo que quieras, interrumpimos
- Vale, estoy pensando que les voy a hacer el arroz para tres en vez de para cuatro
¡¿Para tres?, vamos no me jodas!, pensé yo, nunca he pedido menos raciones de arroz que de comensales, antes al revés.
Así quedó la cosa.
Se fue para la cocina a pasar la comanda, algo de picar y arroz para tres, nosotros seguimos con nuestra conversación y con las cañas y enseguida se presentó un camarero con una bandeja con anchoas con tomate y ajo picado para acompañar, y unas tarrinas con ajoaceite y tomate triturado con aceite. Al poco otra bandeja con chipirones rebozados y una especie de alga gelatinosa también rebozada sobre una cama de piñones. Cuando hubimos terminado con ella otra bandeja con navajas, caracoles de mar, dátiles de mar y una especie de almeja o mejillón con la concha roja cuyo nombre desconozco. A continuación un plato de patatas con la carne del pescado utilizado en el caldo y una fina salsa de ajoaceite. ¡Espectacular!, realmente espectacular.
Por fin llegó el arroz, ¡para tres! Menos mal que somos hombres de bien quedar y no dejamos ni un grano pero seguro que si pedimos para cuatro hacemos la risa.
-¿Postre?
- Si, yo un helado
- Hacemos nosotros un helado de queso con arándanos, de carajillo de coñac, ...
- Helado normal
- Caramelo, vainilla, avellana, turrón
- Helado de turrón
Después de los postres, los cafés
- Un cortado y tres tes
- A los orujos les invitaré yo, dice Antonio, que sino pensaran, vale muy simpático pero se estira menos
Un cortado, tres tes y un convoy de orujos, una botella de miel otra de hierbas y otra de blanco, las dos primeras casi cayeron enteras y de la última sólo un tiento.

En esas estábamos cuando recibimos la llamada de la otra parte de la expedición que ya nos esperaban en las proximidades de la estatua del rey Jaime I.

Pedimos la cuenta, pagamos y después de despedirnos de Antonio, nos fuimos a encontrar con el resto.

Aparcamos nuestro coche en un parking público próximo y nos fuimos donde nos aguardaban nuestros amigos. Se trataba de un kiosco en plena calle, regentado por Sheila, una morena camarera algo distante al principio pero que se fue volviendo afable y cercana con el paso del tiempo.


Mientras tomábamos cañas o gin-tonics, un personaje, al que llamaré “Pobre Vicent”, con una “discreta” camisa floreada en blanco y negro y algo pasado de alcohol, bueno realmente con una castaña como un pino, empezó a darnos la paliza hasta que Sheila, la camarera, percatándose de que nos estaba importunando le instó a marcharse a pesar de no haber pagado la copa, el personaje hizo caso omiso y en determinado momento Sheila le amenazó con llamar a la Policía, él ni se inmutó, más al contrario, le solicitó que lo hiciera, imagino que buscaba algún sitio caliente para pasar la borrachera. La camarera localizó a un policía nacional, que se presentó y que empezó a hablar con el personaje con un marcado acento canario para saber por qué no pagaba su copa, cuando le dijo que no tenía dinero, le pidió la documentación y después de cachearlo sujetándolo muy profesionalmente por el pulgar le dijo que abandonará la zona. Se fue pero no llegó muy lejos.
Como quiera que los templarios de Castellón habían empezado a montar la megafonía y estaban poniendo música para probar la instalación y servir de reclamo, hizo que “nuestro amigo” "Pobre Vicent", se quedara en las proximidades bailando al ritmo de la música.

Se acercaba la hora y teníamos que cambiarnos de ropa, dejar nuestro atuendo siglo XXI y transformarnos en Caballeros Templarios siglo XIII. Llamé a mi contacto en los castellonenses y enseguida nos mandaron un emisario con las llaves de su local.


Cogimos nuestro equipaje de los coches y nos fuimos hasta la sede social de la asociación de templarios de Castellón (CAU TEMPLER) donde se encontraba el Maestre Templario Vicente Ballester y su familia, donde nos transformamos en templarios.

Ya preparados para el desfile, volvimos de nuevo al mismo kiosco donde pasamos la tarde y nos tomamos unas cañas antes de que comenzara el acto. En determinado momento el compañero de Sheila y ella misma, nos pidieron fotografiarse con nosotros y gustosos accedimos, formamos en semicírculo y cada uno de ellos se colocó en el centro con la capa templaria mientras el otro tomaba la correspondiente instantánea.





Empezó el acto conducido por Vicente Cornelles, templario y periodista del Periódico Mediterráneo de Castellón con ciertos problemas con el micrófono y dando paso al pregonero D. Miguel Ángel Mulet, concejal de cultura del Ayuntamiento de Castellón y Vicepresidente de la Diputación de Castellón, para dar paso al desfile en el que nuestra formación era el protaestandarte abriendo, tras él los tres tambores y detrás el Maestre flanqueado por dos templarios,


partimos por la Avenida Rey D. Jaime, Calle San Vicente, acompañados en todo momento por “Pobre Vicent” que intercalado en nuestras filas participaba en el desfile a ritmo de tambor, hasta que nuestro maestre le invitó a salirse del desfile y pasear por la acera, seguimos por la Calle Pérez Galdós, pasamos junto al parque Ribalta y a la plaza de Toros llegamos a la puerta de El Corte Inglés donde había un mercadillo medieval y donde había unas mesas largas dispuestas en forma de U para la cena.
Esperamos a las afueras del vallado hasta que la organización fue llamando uno por uno a todos los grupos participantes, llegó nuestro turno, entramos saludamos al pregonero y al Maestre Templario y ocupamos nuestros puestos en la mesa, entre los caballeros templarios de Val d’Uxo y los templarios de Rubielos. Detrás de nosotros y fuera del vallado, nuestro “amigo” el Pobre Vicent que bailaba al ritmo de la música y observaba a los comensales.
Empanada, patatas asadas con pimentón, longaniza asada, y jamón cocido acompañados de vino y cerveza y rematado con fruta fue la base de la cena. Para concluir café y orujo.
Durante la cena un ballet de danzarinas amenizaron la velada y al final un pobre fakir que daba más pena que otra cosa. El “Pobre Vicent” no quitaba ojo de los cuerpos de aquellas argentinas al principio desde fuera del vallado, luego desde dentro de la formación de bailarinas y por fin sentado en una silla cerca de nosotros.
La velada terminó con la entrega de un obsequio por parte de la organización a los grupos participantes, que todo sea dicho dejamos olvidado encima de la mesa.
La conversación de la noche nos llevó a contactar con los templarios de Rubielos y quedar con ellos para visitarnos en febrero y participar en nuestra representación, y ellos nos comunicaron la intención de organizar una cena templaria a la que estábamos invitados.
Lo mismo ocurrió con los templarios de Val d’Uxó que también nos dijeron que vendrían a Teruel en febrero y que nosotros estábamos invitados a participar en su fiesta en octubre.

Nos despedimos de los anfitriones, quedando emplazados para nuestra representación en febrero y nos dirigimos hasta la sede social para cambiarnos de ropa. Allí dejamos al “Pobre Vicent” agarrado a una botella de vino blanco y un vaso que había cogido de la mesa, dando buena cuenta de aquello a lo que no había sido invitado.

Antes de marcharnos volvimos al kiosco de Sheila para tomar la última copa y emprender camino de regreso, que hicimos sin contratiempos.

Buena jornada y volveremos para la V Nit Templaria